miércoles, 29 de marzo de 2017

LAS PERIPECIAS DE UN YONQUI de Antonio Miguel Rando Arenas





"...Por esos malditos corales,
por el oro que te guardas,
por tu maldita despensa.
Mueren marchitas las rosas,
los claveles se adormecen,
el árbol pierde  el color
y sus hojas se desprenden.
Las paredes de tu casa
con sangre están pintadas,
los corales de tu cara,
hechos de puñaladas..."

(Fragmento de Drogas malditas, de Rando Arenas)


Le llamábamos "El centro del padre Fernando", pero en realidad era un Hogar Social Juvenil para chicos "problemáticos"; para nosotros, los niños, eran los chicos del Padre Fernando, unos chicos raros con los que había que tener cuidado pues según nuestros padres eran golfos sin oficio ni beneficio. El edificio estaba pegado a la iglesia, hacia la que por entonces era una zona casi fuera del centro de la población, daba a un descampado y miraba a la Alquería en la cual solo había huertas y una vaquería; no era un lugar por el que tuviéramos que pasar para ir a ningún sitio, pues estaba fuera del barrio y para cruzar la avenida podíamos ir por la parte delantera de la iglesia, así que mientras que no nos acercáramos por ahí a husmear, todo nos iría bien. Lo que más nos llamaba la atención de aquellos chavales era algo rarísimo que hacían: se tiraban por las ventanas. A mi eso me tenía totalmente descolocada; ¿Tirarse de una ventana? ¿Para qué? yo una vez salté desde un tejado y me hice mucho, pero que mucho daño ¿Porqué lo hacían ellos? parece ser que solo ocurrió una vez, uno de esos chicos saltó desde el último piso, y sobrevivió aunque se rompió varios huesos. Pero la leyenda ya estaba en marcha: los chicos del Padre se tiraban por las ventanas. 
Una de mis amigas cogió un día la bicicleta de su hermano mayor, y no se nos ocurrió otra cosa que montarnos las dos e irnos a la pasarela a tirarnos por las rampas, así, porque pá chulas, nosotras; si
queríamos que no nos pillaran y su hermano no nos diera una buena tunda, no teníamos más remedio que pasar por la puerta del Centro, pero era un precio que estábamos dispuestas a pagar por tal de que su hermano no nos diera la del pulpo, y después nuestras madres nos pusieran el culo morado por cruzar "los límites prohibidos"; pero tuvimos tan mala suerte que a la vuelta de la "aventura" una caída hizo que se nos rompieran varios radios de la rueda delantera. Éramos niñas muertas, su hermano nos iba a matar. Entonces uno de esos chicos del centro que fumaba un cigarro en la puerta, entró en una especie de cobertizo lateral y cogió unas herramientas y una rueda vieja de bici; se acercó a nosotras, que llorábamos como magdalenas, nos dijo que nos sentáramos en el suelo y en un abrir y cerrar de ojos, cambió los radios rotos por unos nuevos ¡Estábamos salvadas! le dimos las gracias y nos fuimos pitando de allí, no fuera que algún chico se tirara por la ventana en ese momento.
Años después, ya en el instituto, vi a un chaval sentado en un banco de madera, con una cerveza de litro y liándose un porro. Era el chico que nos arregló la bicicleta, alguien nos dijo una vez que se había convertido en mecánico, pero allí, en ese banco, con la melopea que llevaba encima, nadie diría que tenía un trabajo y un porvenir. Me dio mucha pena, y me hubiera gustado poder ayudarle de manera tan fácil como hizo él con nosotras aquel día. Me miró, me hizo el gesto de si quería fumar, y al decirle que no, se rió y siguió con su "labor". Muy triste volví a clase. Ya no he vuelto a verlo nunca más...


EL LIBRO.

Me llamó la atención desde la primera vez que lo vi en las novedades de la editorial; lo primero que vi fue una ilustración colorida, al estilo de los historietas del Jueves, esas imágenes de un dibujante que en dos minutos y sin aparente esfuerzo hace un retrato con gran parecido con tan solo unos trazos. De frente un tipo con gorra, barba de varios días, rizos revueltos y un cigarro en los labios, observa sonriente a otro personaje flaco, cojo y con muleta de aquellas que se llevaban bajo la axila, si, esas que nos recuerdan a los pobres tullidos de Dickens; pero el personaje, a diferencia de los del escritor, está feliz, parece disfrutar de la atención que despierta entre una multitud que ríe con sus ocurrencias. Arriba, en letras blancas que parecen haber sido escritas a mano, el título: Las peripecias de un yonqui.; en la contraportada, con letra blanca sobre fondo verde ¿esperanza? la sinopsis, escueta y directa, del autor al lector. Y me acuerdo de Maquinavaja, de Jhonny Roqueta, de las Historias de la puta mili...y ya he caído en las redes del libro.

SINOPSIS.

Es el fin de esta novela realista y algo sarcástica, escrita con  la intención de sensibilizar a aquellos que marginan a los que sufren o padecen la lacra de la droga, la prostitución o el desafortunio, así como a los autores materiales de tal padecimiento, es, que esta novela  sea punto de partida a la reflexión y que cada  uno, pongamos nuestro granito de arena, para encontrara soluciones y hacer que disminuya la marginación, las enfermedades y los padecimientos humanos.


LA OPINIÓN DEL GATO.

El poeta granadino Antonio Miguel Rando da el salto a la narrativa con una obra que no deja indiferente al lector, sea cual sean las ideas o las circunstancias  de este, a no ser que se trata de un sociópata incapaz se sentir empatía por su entorno. Y fíjate que hasta pienso que es tal la maestría con la que el autor ha escrito este libro, que hasta en ese caso, el lector sentiría al menos, curiosidad por lo que dicen sus letras. Te impacta desde el principio, con un prólogo que no deja lugar a dudas y sin andarse con rodeos de lo que vamos a encontrar en el interior de sus páginas, está claro que no vamos a leer un cuento de hadas ni una historieta cómica sobre garrulos y poligoneras de opereta; dentro nos espera una historia cruda, ruda y dura, pero nadie nos va a sermonear ni a leer la cartilla por formar parte de esa sociedad despiadada y egoísta que a falta de empatía con el prójimo, anda por el mundo con una venda autoimpuesta en los ojos. Pero también nos habla de Grandes esperanzas y de Olivers Twists con padres aunque sin hogar, pues hay orfandades más terribles que aquellas que te dejan sin padres, las que te alejan de casa por falta de comprensión, de unos y de otros; porque dicen que los males con pan son menos males, con sentido del humor, las desdichas son menos trágicas, por lo menos, quitan hierro a un asunto que es todo metal pesado. Tras el prólogo, encontramos unas poesías que tan claras como su antecesor nos hablan de lo que de verdad importa a su autor, un mensaje claro y sin ambigüedades: Drogas Malditas y Torremolinos, cal y arena, dos caras de una misma moneda, una bendición y la peor de las maldiciones. 
Enseguida conocemos al protagonista, Salvador el largo, un yonqui por las circunstancias y un superviviente por narices, todo un pícaro al uso, del que se las sabe todas excepto como salir del
mundo de las drogas; espabilado y de reacción rápida, Salvador se mueve por el submundo de los renegados y olvidados con la seguridad que da sentirse vivo aunque no se sepa por cuanto tiempo; en este mundo de espectros y fantasmas, hay que saber hacerse visible para no caer en la desesperación del que se sabe muerto en vida y sobre todo, el que se sabe ignorado por el resto de la sociedad. Tiene desparpajo, sentido del humor, acepta los sinsabores haciendo una ventaja de cualquier desventaja, si la vida te da limones...Pero Salvador también es duro, duro de piel, duro de corazón, su coraza lleva incorporada su propia venda, y al igual que es invisible o molesto de mirar por otros, él hace lo mismo con el resto: primero es él, luego él y en tercer lugar él. La vida no le ha dado más amigos que a él mismo, y un enemigo, el peor de todos: él. También nos encontramos con otros personajes como Sonia, una joven drogadicta que se cruza en el camino de Salvador, o quien sabe, tal vez el diablo los ha puesto a los dos en la misma senda, y por desgracia, sobre todo para ella, sale de Málaga para acabar en Malagón; dos seres heridos de muerte, dos fantasmas, dos insidiosos, dos despojos de una sociedad mugrienta. Con una narración limpia, diálogos coloquiales y claros, con chispa y con acritud, pues no hay que olvidar que si sus vidas son una mierda, los demás tienen su parte de culpa aunque ni siquiera lo sepan. 
Si he disfrutado leyendo las peripecias de este yonqui y su entorno, también lo he hecho con las ilustraciones de Paco Moreno, la guinda del pastel, el acompañamiento perfecto a la historia. 

Resumiendo: una lectura amena y con sentido del humor, -a falta de pan buenas son tortas, que bien podría decir El Largo- para tratar temas tan duros como la drogadicción o la prostutición, una historia dura en el fondo con tintes cómicos en la forma, un enganche sano, dadas las circunstancias. Porque todos formamos parte del problema al no hacerlo de la solución. 






LAS PERIPECIAS DE UN YONQUI
Antonio Miguel Rando Arenas

Editorial Círculo Rojo

ISBN: 978-84-9140-743-0

Para adquirir el libro, pinchad Aquí


miércoles, 22 de marzo de 2017

EL TRASPLANTE de Ana María Ruiz






Mi pecho es una cajita
que guarda mi corazón,
con el que siento alegría,
paz, felicidad, amor.
Si acerco mi mano a él
le escucho hacer tic-tac
está bombeando la sangre
que por todo mi cuerpo correrá.
¡Qué órgano tan importante
que bonita es su función,
pues no solo me da la vida,
me hace sentir amor.

(Mi corazón de Tiza) 



Lo supimos desde casi el primer momento. Fue algo tan evidente que no cabía posibilidad de error.
Yo me lo tomé bien, vamos, que siempre he sabido lo que me pasaba, para mi era algo normal; mis padres y mis abuelos lo llevaron peor, solo al principio, luego todos nos acostumbramos a vivir con ello aunque los primeros años fueron difíciles. Nací con un severo problema de corazón y con solo tres años ya nos dijeron que tarde o temprano, más bien temprano, tendría que someterme a una operación a corazón abierto: podría ser una válvula en el mejor de los casos, siempre y cuando la aorta no siguiera dilatándose, o ambas válvulas, o en el peor de los casos un trasplante. Esto dicho a bocajarro y a principios de los años setenta, cuando los primeros intentos de trasplantes de corazón habían salido mal, pues asusta, para qué engañarnos. Pero contra todo pronóstico, los años pasaron y yo llevaba una vida normal, revisiones, medicación, cuidado con los esfuerzos y poco más, nada hacía pensar que yo era diferente al resto de las chicas de mi edad; y con el paso de los años llegué a pensar que se habían equivocado, que aquel día tan temido durante los primeros años de mi vida, no llegaría nunca, visita tras visita siempre oía las mismas palabras: todo está como siempre, no ha habido cambios, sigue así y nos vemos el año que viene. 
Pero entonces sucedió. Las palabras que sabría que un día llegaría a escuchar, pero que pensé que tal vez ya no escucharía nunca, llegaron a ser pronunciadas. Y se me cayó el mundo encima. 
No fue duro, fue una pesadilla de la cual no sabía si tenía más miedo a despertar o a no despertarme jamás. 
Hoy tengo una gran cicatriz que divide en vertical mi torso en dos partes casi simétricas, y cinco más en horizontal que me dan aspecto de juego chino de mesa...
...Soy muy afortunada, y es que no todo el mundo puede decir que tiene dos fechas distintas de cumpleaños...



💚 SINOPSIS 💚

Lucía es una joven de 16 años que una noche vive una dura experiencia que cambiará su vida para siempre. Años más tarde, tendrá que volver a enfrentarse con un pasado que creía ya superado.

💚 EL LIBRO 💚

Sobre fondo blanco, resalta un corazón humano entre unas manos de mujer ensangrentadas. Cuando
nos fijamos un poco más en la portada vemos que ese fondo tan blanco no es más que la bata de un médico, e inmediatamente pensamos en un cirujano. Arriba, también en rojo, el título del libro en mayúsculas: EL TRASPLANTE. y abajo, igualmente en rojo, el nombre de la autora: Ana María Ruiz.  La contraportada, blanca y con una escueta sinopsis. No hace falta más, la portada y su título son lo suficientemente explícitos para saber lo que nos vamos a encontrar dentro.  A mi, el corazón me da vuelco, se me acelera y a mi mente vienen recuerdos en forma de imágenes, sonidos y hasta olores (un olor dulzón, metálico, penetrante, que creía haberme quitado ya de encima y que vuelve a mí haciéndome arrugar la nariz) pienso que tal vez resulte algo desagradable la imagen, y seguramente no seré la única, pero entonces lo miro con detenimiento, fijamente, casi lo siento latir, y me doy cuenta de que no es un corazón muerto, ni un trozo de carne, es vida, pura vida. 
Si alguien tiene que cerrar los ojos o siente nauseas al mirarlo, es que no ha visto su vida en peligro y no puede apreciar la belleza que encierra ese rojo y pequeño órgano que cabe entre las manos, que cabe en nuestro pecho. 

💚 LA OPINIÓN DEL GATO 💚

Esta es la segunda novela de la escritora Ana María Ruiz, o tal vez debería decir relato largo o novela corta; como amante de los relatos, me quedo con esta acepción, relato largo, de esos que puedes leer en una sentada casi sin darte cuenta y sentir que acabas de ser partícipe de una gran historia en pocas páginas (60) y es que como diría una prima mía  ¡Con cucharilla pequeña se saborea mejor el flan! ya sabéis, lo bueno si breve, dos veces bueno. 
Y es lo que ha conseguido Ana María con este su segundo trabajo literario, brindarnos una gran historia en formato pequeño, una historia dura y hermosa, palabras en principio antagónicas y que sin embargo van unidas de la mano en la mayoría de las ocasiones, como nos contó Kawabata en "Lo bello y lo triste" ¿No os ocurre que salís del cine de ver una película y que a pesar de haceros llorar mares de lágrimas, la resumís con un: ¡una gran película, preciosa!. 
Eso es una de las grandes cosas que posee el ser humano, la sensibilidad para apreciar la belleza en lo desgarrador, saber que la dureza de unos hechos no nos privará de ver la hermosura de lo realizado, que somos seres sensibles, empáticos, piadosos, emotivos, perspicaces, emocionales, luchadores e inteligentes, y que ante un hecho traumático sabemos reponernos y encontrar la manera de seguir adelante, aunque duela, para encontrar a lo largo del camino el lado amable de las cosas. Esos somos nosotros. Aunque nos cueste vernos tal cual somos. 
Con su anterior novela, Ana María logró despertar en mi no solo una gran curiosidad por una historia que encerraba otra historia, como unas matrioskas hechas de palabras en lugar de madera, si no avivar la empatía que aletargada descansa en nuestro corazón harto este y cansada la otra de ver día tras día la parte más horrible de este loco mundo que endurece y hace callo en el alma; de nuevo, con esta historia, la autora nos desgrana las entrañas de su protagonista y desgarra las nuestras de tanto abrir nuestras carnes al sufrimiento y superación ajenos, nos hace llorar, enfadarnos, maldecir, casi vivir en un ¡ay! continuo ante las vicisitudes de una chica que bien podríamos ser cualquiera de nosotras, si, porque las cosas no solo les pasan a los demás, en cualquier momento, nos podemos convertir en protagonistas de una historia que nunca hubiéramos querido representar. Ana María nos muestra que si bien a todos se nos puede caer el cielo sobre nuestras cabezas, de igual manera todos podemos recomponer los cachitos y renacer de nuestras cenizas, por devastador que haya sido el incendio. Una historia áspera y hermosa a partes iguales, como la vida misma, un relato que trata de los abusos, la violencia, la esperanza, el amor, la fuerza, la superación y sobre todo, de la capacidad de personarse a uno mismo. 
Doy las gracias a la autora por que de manera sencilla y natural, incluso breve, nos regala una gran y bellísima historia que me ha cautivado y removido como un tsunami emocional. Ana María Ruiz, en esta su segunda obra,  no solo nos demuestra que su capacidad como escritora es inmensa y que tiene mucho que contarnos aún,  si no que nos revela que el Corazón,  es al fin y al cabo, el que mueve al mundo. 

Por Yolanda T. Villar.








ANA MARÍA RUIZ
El Trasplante

Editorial Letrame

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jueves, 16 de marzo de 2017

ATRAPADOS, de Montserrat Llor

Hay quien piensa que lo peor de la Guerra Civil Española acabó cuando las tropas de Franco entraban triunfales en la ciudad de Cartagena, que el final del enfrentamiento armado constituyó la terminación de todas las acciones desbocadas que se llevaron a cabo bajo el amparo del todo vale.
Nada más alejado de la realidad.
Después de la contienda, miles de personas quedaron expuestas al desamparo, desprotegidas, se encuentraron de un día para otro en tierra de nadie: en el frente, el enemigo festeja la victoria, y en la retaguardia, los líderes ya habían escaparon aprovechando que los otros dormían. Por eso, hubo incontables víctimas que quedaron olvidadas y a las que nunca nadie quiso escuchar.
Hace unos días, moría en su casa Vicente Montejano, uno de los últimos pilotos de la aviación republicana que fue enviado a Rusia para su instrucción. No tuvo ocasión de participar en la contienda porque la guerra finalizó antes de tiempo. Aquel joven, con toda la vida por delante, y junto a otros compañeros, solicitó su regreso a España, pero el sistema soviético tomó su negativa a quedarse en el país como una afrenta. El sistema cuya ideología ellos mismos defendían, les regaló años de gulags, trabajos forzados e indiferencia. Volvería a España muchos años después, casualmente junto a decenas de soldados integrantes de la División Azul, apresados tras el final de la Segunda Guerra Mundial.
Como él, decenas de supervivientes han ido muriendo sin que su voz fuese apenas escuchada, lo que da buena muestra del desinterés de este país hacia sus verdaderos héroes. Es por ello que resulta vital apoyar cualquier iniciativa que nazca con la intención de escuchar el legado de nuestros mayores, de darles soporte para que su memoria no sea olvidada, para que tomemos conciencia de lo extrema que es la vileza humana, como extrema es su capacidad de supervivencia.

Atrapados. Guerra Civil y Represión. Hablan las víctimas de Franco. Así se titula una obra necesaria que coloca ante los ojos de los lectores un conjunto de entrevistas realizadas a personas que padecieron los horrores de la Guerra Civil española, bien porque combatieron en primera fila, bien porque realizaban labores en la retaguardia, o bien porque, aún siendo unos niños, sufrieron sus consecuencias de una manera cruel y descarnada.
Montserrat Llor, una periodista catalana comprometida con la suerte de los que padecieron las consecuencias de la derrota, ha dedicado varios de sus años a estudiar muy a fondo el contexto social de la Guerra Civil y lo que supuso, para los hombres y mujeres que permanecieron fieles al gobierno legal de la República, la victoria de los rebeldes golpistas. Fruto de esos años de investigación, y de recorrer toda España en busca de memorias vivas que narrasen en primera persona lo que tuvieron que vivir en sus propias carnes, surge este obra de divulgación que busca continuar con la labor de poner voz a los pocos que hoy, más de ochenta años después, viven para recordarlo; para que nadie olvide lo que sufrieron; para que nunca más vuelva a ocurrir algo semejante.
La obra se divide en tres partes: Tierra, Mar y Aire, y en cada una de ellas encontramos varios relatos de supervivientes unidos por un nexo común.
En la primera parte podemos encontrar ejemplos muy variados de personas que lucharon a ras de tierra, que fueron detenidos, encarcelados, algunos condenados a muerte, todos acabaron con sus cuerpos en las lúgubres cárceles franquistas: desde maquis que tuvieron que echarse al monte para sobrevivir al tiempo que soñaban con una salida victoriosa, hasta a mujeres que tuvieron que ejercer de enlaces en la sombra o milicianas que combatieron directamente en el frente. Todos luchaban por una causa que creían justa, pero las mujeres republicanas, además, luchaban por alcanzar esa paridad con el hombre: por primera vez habían probado el sabor de una política que no las relegaba ni las sometía, si no que les guardaba un lugar preeminente y equidistante del hombre.
En Mar, la autora nos acerca hasta aquellos niños de la guerra que fueron enviados a la Unión Soviética para escapar de un conflicto, pero que poco después se encontrarían allí con la mayor contienda de la historia: la Segunda Guerra Mundial. Desde los puestos españoles, zarparon algunos barcos con destino al país que abanderaba el comunismo. Allí encontraron al principio la paz y los cuidados que necesitaban sus menudos cuerpos, pero poco después, aquellas lejanísimas tierras, se convirtieron en un horrible infierno en el que no les quedó otra que tratar de sobrevivir. Algunos de ellos lucharon en el frente, otros ayudaron en la retaguardia, pero todos, de un modo u otro, participaron de manera activa en un intento de ayudar a las gentes que les habían dado cobijo. No obstante, no todo fue positivo, y en esas páginas descubriremos el lado oscuro de los soviets.
En la parte titulada Aire podemos encontrar las voces de algunos de los actores principales del ejército republicano que participó en el conflicto sobrevolando los cielos españoles (jóvenes pilotos formados en la Unión Soviética o fotógrafos aéreos) o los mecánicos que garantizaban que aquellos primitivos aparatos se enfrentasen al enemigo por el dominio del aire.
Editorial Crítica sigue demostrando su compromiso con nuestra más reciente Historia, apostando por obras que siguen aportando nuevos datos de un período silenciado de nuestra historia, y por escritoras como Montserrat Llor, capaces de empatizar tanto con los protagonistas como para conseguir la confianza suficiente para que esos antiguos recuerdos guardados en lo más profundo de sus mentes, por miedo o por dolor, afloren de nuevo para conocer nuestro pasado y las consecuencias fruto de la locura.
Una lectura totalmente recomendable frente al olvido.

ATRAPADOS. GUERRA CIVIL Y REPRESIÓN.
HABLAN LAS VÍCTIMAS DE FRANCO
Montserrat Llor

ISBN: 9788498929409

Para adquirir el libro, pinchad Aquí
Una Reseña de Santiago Navascués
©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

miércoles, 15 de marzo de 2017

¡¡SEAMOS SEGUIDORES!!


¡Hola Gatroteros! hoy os traigo una iniciativa la mar de sencilla que he visto en el blog Cosmo de letras; es tan simple como publicar esta entrada, y a todos los que comenten y te sigan seguirlos tú igualmente. No es necesario unirte en algún lugar específico.

 Tras seguirlo, te llevas el logo a tu blog, publicas la entrada y si te apetece pones dicho logo en un lugar visible de tu web para que lo puedan encontrar y seguir fácilmente.

¡Un Gatrotero beso a todos!

lunes, 13 de marzo de 2017

Una entrega de Premios Literarios muy Falleros y una Pelipequirroja finalista



La primera vez que alguien me dijo que me presentara a un concurso de microrrelatos, me quedé con cara de tonta ¿Microrrelatos? ¿Yo? si hasta alargo las listas de la compra añadiendo frases célebres, dibujos y hasta una oda a la lenteja ¿Cómo voy a contar una historia en 100 palabras?. 
Ese alguien me aconsejó que comenzara con los Haikus -otra cosa igual, no me gustaban nada al principio- y luego pasara a escribir relatos cortos y luego comenzara a restar palabras a la historia sin que perdiera su significado y sentido general. 
Lo reconozco, me pareció una tontada. Ya había ganado varios premios de relatos y tenía una novela
en concurso ¿Para que me voy a meter en estas microtonterías? paso. Bueno, dije paso y sigo, porque ese mismo día comencé con los dichos Haikus...y terminaron gustándome una barbaridad una vez les cogí el tranquillo y comencé a leer a los mejores en el tema; y me fui a concurso con ellos, con los micro digo, los mejores del tema ni sabían que existía, aclaremos la cosa. Fui finalista, y me dije: ¡oye, pues no está tan mal esto! y ese mismo año me presenté por primera vez a la Primera Edición de Microrrelatos falleros. Y fui finalista, Al año siguiente me presenté a la segunda edición y...fui finalista. El éxito se me resistía, y es que esto de los micro era más difícil de lo que parecía y se necesitaba mucho dominio de la palabra y la narrativa. Me presenté a varios concursos más de Microrrelatos y algunas veces quedé finalista y otras, ni seleccionada, pero bueno, ahí estaba yo, dale que te pego con el micro (el de relato, no el de cantar, que con ese no es que no quedase finalista, es que directamente me tiraban del país).
Y tras un parón por motivos de salud, y pensarlo mucho pues me encontraba anquilosada tras dos años sin presentarme a concursos y sin escribir nada serio, me encontré un mail donde me recordaban  el CONCURSO DE MICRORRELATOS FALLEROS EDICIÓN VI y allá que fui, me inscribí, envié mi micro y a esperar. Una vez más no fui ganadora, pero si finalista y puedo decir con orgullo que tengo el libro que gané con mi microrrelato, el mío y el del resto de finalistas y ganadores, claro, que un libro solo para mi, como que no lo contemplaron los editores de La Rosella. Qué pena. 
Y allí estuve, en el Salón de Actos del periódico Levante-EMV  aplaudiendo a los ganadores (con esa sonrisa de ¡Cuánto me alegro! pero por dentro dices ¡Pues no es mejor que el mío! o sea, con envidia de la mala, vamos) hasta que tras los premios infantiles, los de carteles falleros y los de los tres ganadores de Microrrelatos para mayores (que no viejos, aunque por la asistencia así lo pareciera, excepto yo, lozana y pelirroja luciendo sonrisa de envidia cochina) llegó el turno del resto para la foto en grupo con nuestros libros en la mano, y los ganadores luciendo sus bonitas y grandes bolsas con sus megarregalos que a mi no me gustaban nada, y es que si esto es un concurso de micros ¿para qué mega regalos? qué incongruencia. No es incongruencia, me dijo alguien, es envidia de la mala...ea, pues si.  Pero ahí estábamos todos, libros en mano, sonrisas en boca y unas mesas llenas de aperitivos
esperando fuera ¡A la cargaaaaaa! claro, que los niños, ágiles y veloces como guepardos no nos dejaron ni las migas, bueno, mis dos acompañantes y amigas, como ya nos habíamos encontrado con situaciones similares en otros certámenes, fuimos más listas que los ganadores incluso (ganadores y menos listos que nosotras, todo sea dicho, megarregalos y micropiernas, pues fueron más lentos que caracoles) y nos hicimos con una bandeja de saladitos varios, un par de dulces y una botella de cerveza, pero como no nos gusta a ninguna, les dimos el cambiazo a unos críos que andaban distraídos en el "photocall", y nos agenciamos su Fanta de naranja, luego que sus padres ya les contaran lo malo que es el alcohol y que eso no se bebe ¡caca!
 Y ahí acabó la VI EDICIÓN DE MICRORRELATOS FALLEROS, hasta el próximo año que espero, esta vez si, hacerme con el primer premio, y por si esto lo lee algún organizador, decir que sigan dando megarregalos no sea que ahora y convencidos por mi post, los cambien y me toque, para una vez que gano, un microdiminutoregalo. Dicho queda. 

¡Ah, que se me olvidaba! solo un detalle. A la señora que empujaba a todo quisqui para subirse la primera a la tarima para la foto, que no empuje a la gente con ese ardor y entusiasmo que dejó impreso en el culo de una pobre participante que acabó en el suelo bajo el ímpetu de chupar cámara de la señora de marras;y es que estos yayos van a las entregas de premios hasta arriba de Meritene, Danacol, Actimel y Voltadol Forte en las articulaciones lo que los convierte en auténticos Robocops. Desde aquí le deseamos a la desafortunada joven que cayó bajo los efluvios de la senectud desaforada de bruces al suelo, pronta recuperación, y que si necesita una testigo para un posible juicio por daños y perjuicios, estoy a su disposición, que estos mayores se creen el Sheriff del condado ¡Manda arrugas! 

Un beso a todos, un saludo a lo Fallera Mayor y os dejo mi microrrelato por si a alguien tiene dos segundos de tiempo y quiere leerlo. Pero sin agobios, que no me entere yo que por leer mi historieta a alguien se le queman las lentejas. 






Yolanda Toledo Villar

                                 ©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS                               

viernes, 10 de marzo de 2017

The Primitals. XIX MUESTRA DE TEATRO CÓMICOS 2017 DE ALFARO

Mucho antes de que el hombre pudiese expresar con palabras sus pensamientos, existían los sonidos y los gestos para comunicarse. A veces oscuros y guturales como salidos de la boca de un lobo, en ocasiones tímidos y trémulos como el vuelo de una libélula. En aquel entonces, el ser humano era más un cúmulo de acciones llevadas de la mano de los instintos que un ordenado grupo de comportamientos regidos por la reflexión.
Sin embargo, y a pesar de los miles de años que han pasado, con una supuesta evolución de por medio, fuego y rueda mediante (y todo lo que vino después hasta las armas de destrucción masiva y las performances), lo cierto es que todavía arrastramos algunos de esos instintos más vinculados a nuestra animalidad más primitiva: la supervivencia, la perpetuación de la especie, la consecución del poder. Podrán pasar miles de años más, llegaremos a ver cómo se atacan naves ardiendo más allá de Orión, pero esos instintos adheridos a la genética humana seguirán condicionando sus comportamientos y reviviéndolos de manera contínua. Cambiarán los protagonistas. Sólo eso.




Para poner el punto y final a la XIX Muestra de Teatro Cómicos 2017 en Alfaro, los Cuatre Cats (un cuarteto enamorado del teatro que viene organizando las muestras desde su creación a finales del siglo pasado) quisieron cerrar con un broche de oro cómico, musical y gestual: programaron a The Primitals, un maremágnum de sensaciones sobre el escenario y más allá de él, pues los cuatro actores protagonistas (el gran jefe, un chamán y dos lacayos) tan pronto como se encendieron los focos del escenario se bajaron de él para interactuar con los espectadores. Gamberros y desvergonzados. Y es que, para quienes no lo sepan, este espectáculo está firmado a varias manos: las de los Prímital Bros, que ponen la base actoral y el talento, y las de los Yllana, que aportan ese espíritu alocado y desenfadado capaz de traspasar todas las barreras para impactar y vencer, a golpe de ingenio, al más incrédulo de los espectadores.
Nos encontramos en algún lugar de un alejado confín donde un grupo de hombres conviven en aparente armonía. Como en toda tribu, existe un líder (un solvente Pedro Herrero): alto, altivo, poderoso, que contempla el devenir de los días desde la autoridad que le confiere su trono de piedra ante el que los demás inclinan su cabeza en clara señal de sumisión; también participa de forma activa una suerte de chamán (un siniestro Adri Soto), un ser histriónico que entrega su suerte a su capacidad para crear bebedizos, ungüentos y mistéricas ceremonias que hagan creer al jefe de la tribu en la importancia crucial de tenerle como mano derecha; y además aparecen dos lacayos serviles (un poliédrico Manu Pilas y un rebelde Íñigo García), o quizá no tanto, o quizá tan sólo uno de ellos no lo sea en cantidad necesaria, pues llega a darse cuenta de la atracción que genera en él la posibilidad de ocupar el trono, el sueño de saberse superior al resto, la excitación de imaginarse nuevo líder de tan primitiva tribu...
Así, poco a poco, el grupo nos van mostrando su día a día, sus danzas, sus miedos, y a pesar de lo extraño de sus vestimentas y de lo alejado de su comportamiento respecto de quienes los observamos, poco a poco nos vamos identificando con ellos, y nos vemos reflejados en cada nueva acción que va transcurriendo según el desarrollo de la historia que nos cuentan.
Y todo ello, a un ritmo vertiginoso y sin apenas tiempo para parpadear, nos lo cuentan con gestos, sonidos, un extraño idioma ininteligible y, sobre todo, un increíble derroche de talento vocal cantando a capela. De una manera original, e intercalando sintonías del cine (Star Wars), de las series de televisión (Juego de Tronos) o los más grandes éxitos del rock (inolvidable Bohemian Rhapsody de Queen) e incluso la música clásica (una emocionante Nessum Dorma de Turandot), los Prímital Bros crean con una perfecta sincronización de voces muy dispares para sorprender y ganarse la admiración del público asistente.
A decir verdad, es posible que al público le quedase grabado en el recuerdo más bien poco de por qué iban vestidos así o cuál era la historia que les quisieron contar. La extraordinaria capacidad de los cuatro cantantes (que además son muy buenos actores) arrincona en un segundo plano todo lo demás, y sus voces prodigiosas, con esa virtuosismo que demuestran gracias a una magnífica dirección musical (a cargo de Santi Ibarretxe), convierten la sala en una enorme caja de resonancias que transporta al público, como si de un ritual iniciático se tratase, al éxtasis colectivo.
Una gran idea. Una sensacional puesta en escena. Unas interpretaciones musicales inmejorables. Éxito. Minutos de aplausos. Petición de vises. Concesión.  La gente abandona la sala. Parece que no tocan el suelo. Van levitando.
El teatro vuelve a ser magia. Una vez más.
Suena un bongo. Primitivo. A lo lejos. Serán los Cuatre Cats, celebrando, con merecimiento, su incontestable acierto.
Que comience el aquelarre. Ya falta menos para la XX Muestra de Teatro Cómicos 2018.

Idea original
Yllana y Primital Brothers
Dirección
Joe O´Curneen
Intérpretes
Íñigo García Sánchez
Pedro Herrero
Adri Soto
Manu Pilas
Dirección musical y arreglos: Santi Ibarretxe
Ayudante de creación musical: Manu Pilas
Diseño de vestuario: Tatiana de Sarabia
Diseño de iluminación: Roberta Guarino
Diseño de sonido: Alberto Fernández
Comunicación y Prensa: Rosa Arroyo y Esther Pascual
Producción: Mabel Caínzos y Isabel Sánchez
Diseño gráfico: Daniel Vilaplana
Foto: Julio Moya
Redacción Santiago Navascués
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