jueves, 27 de agosto de 2015

Entrevista con... SEBASTIÁN ROA


 Sebastián Roa. 
Imagen extraída de su Perfil de Autor en Facebook

El ejército de Dios es la novela central de una trilogía que se inició con La loba de Al-Ándalus y de una próxima que está aún por llegar. Comprende la época histórica de la Edad Media, durante el último tercio del siglo XII. En ella se narra la re-invasión árabe de la península ibérica por parte de los Almohades, una dinastía de origen bereber que, empuñando la espada de la ultraortodoxia en la fe islámica, sometió a cristianos y andalusíes (árabes de segunda a sus ojos por no ser férreos en el islam) en el terror. De la unión de los reinos cristianos dependerá el éxito o el fracaso del ejército califal.





EL GATO TROTERO: Después de escribir una novela histórica de más de ochocientas páginas, con la labor de documentación tan enorme que se presupone y el esfuerzo mental que requiere para unificar tramas, datos, contextos... ¿Cómo se le queda a uno el cuerpo?


SEASTIÁN ROA: Con una mezcla de sentimientos. Alivio, porque se pone punto y final a un proyecto que se presentaba complejo y trabajoso. Satisfacción por el resultado, pero incertidumbre por cómo lo recibirá el lector. Cansancio, desde luego: son años de documentación, preparativos y escritura. Ganas de afrontar el siguiente reto, que ya ronda por la cabeza cuando todavía no se ha terminado el anterior. Vamos: campo abonado para el trastorno mental.



EGT: El ejército de Dios es una novela histórica coral que recrea los convulsos años del final del siglo XII en la península ibérica y los territorios del imperio almohade. Existen varios personajes principales como Yusuf o Yaqub, segundo y tercer califa almohade, o Alfonso VIII de Castilla y Fernando II de León, entre otros. Pero también son imprescindibles en la trama Abú Yahyá (maestro de Yaqub), Ibn Sanadid (guerrero andalusí de fronteras), Safiyya (hija del rey Lobo y mujer de Yaqub), Pedro de Castro (heredero de un noble linaje cristiano), Urraca López de Haro (hija y, más tarde, hermana del Señor de Vizcaya) o también Ordoño de Garcés de Aza (noble castellano). ¿Fue muy compleja de trabajar esta novela para dar cabida a tantos personajes y definir la importancia de cada uno de ellos en la novela, así como sus tiempos de aparición?


SB: Sí que fue compleja. Diseñar una novela clásica, con una sola trama, exige tener clara la distribución de puntos clave y la evolución del personaje que la protagoniza. Cuando se trata de tramas paralelas, el trabajo se multiplica porque existen varios protagonistas que han de crecer a la par y de forma coherente. La alternancia de tiempos y los cruces forman parte de esa estructura. Por poner un ejemplo: Pedro de Castro necesita a Urraca para evolucionar como personaje, pero también depende de su relación con Fernando II, de los tejemanejes de Leonor Plantagenet y de la rivalidad entre los Castro y los Lara. Un auténtico rompecabezas del que uno se hace una idea cuando ve mis esquemas y gráficos esparcidos por el escritorio.



EGT: En el lado cristiano asistimos al perjuicio que supone la desunión de los reinos cristianos. La pregunta es obligada aunque seguro que la habrá tenido que responder en otras ocasiones ¿De haber existido una unión férrea entre los distintos reyes de la península se hubiese podido derrotar antes a los invasores árabes, o la potencia militar de estos últimos hubiese impedido cualquier tipo de Reconquista anticipada?


SB: Sin duda. La historia nos demuestra que la dispersión debilita. Ocurrió cuando el poderoso califato de Córdoba se desmembró en las primeras taifas, y volvió a ocurrir cuando Alfonso VII dividió su herencia y dejó a los cristianos separados y mal avenidos. Y viceversa: los movimientos unificadores, como almorávides y almohades, se mostraban más fuertes que los cristianos al presentar un solo frente. Y solo hay que recordar las Navas de Tolosa para ver qué pasó cuando los reinos ibéricos decidieron actuar en común.




EGT: Del lado árabe podemos encontrar la forja y evolución de un gran líder guerrero: Yaqub Al Mansur, que se convertirá en tercer califa del imperio almohade. Criado bajo la bandera de la fe y de la guerra, pasa la mitad de su vida empleado en apagar fuegos y revueltas desatados en los confines de su imperio, bien al Oeste, bien en Al-Ándalus, que exprimían las arcas almohades y empobrecían a su gente. Conociendo la historia de otros imperios anteriores como el romano, que había sucumbido por las mismas causas (la incapacidad para apaciguar y controlar tan extensos dominios) ¿Qué le lleva a un hombre a querer triunfar con el mismo método y las mismas herramientas allí donde otros fracasaron?


SB: La convicción de que ejecuta una misión impuesta por un ente superior e infalible y, por lo tanto, destinada al triunfo. Curiosamente, y a pesar de nuestra capacidad para conservar la memoria histórica, adolecemos de una enorme tendencia a abandonar la reflexión, prestar oídos a salvapatrias y dar rienda suelta a emociones primarias. Así, cometemos los mismos errores generación tras generación. Y si algún iluminado nos convence de que nuestro dios ha de prevalecer sobre los otros, de que nuestra nación es diferente y mejor o de que nuestra raza es superior, tenderemos a recrearnos en la sublime belleza de nuestro ombligo y caeremos en la vieja trampa. Los griegos tenían razón: todo este rollo es cíclico.



EGT: La religión juega un papel fundamental en la historia y, por consiguiente, en su novela. En Al-Ándalus, antes de la llegada de los almohades, los árabes que allí vivían practicaban un islam más permisivo, más abierto, fruto, quizá, del intercambio cultural que se produjo tras su invasión de la península ibérica. Leían y traducían textos grecolatinos, admiraban el arte, permitían el vino.... Una manera de vivir conforme a una fe mucho más tolerante que lo que vino después por imposición de la espada. ¿Qué motivó su caída?


SB: Los andalusíes eran militarmente ineptos, no me cabe duda. A lo largo de la Reconquista, esa ineptitud fue siempre la principal causa de sus muchas caídas. El califato de Córdoba cayó por la abundancia de mercenarios bereberes que llegaron para suplir el inexistente ardor guerrero de los hispano-musulmanes. Las primeras, segundas y terceras taifas sucumbieron a la superioridad militar de, respectivamente, almorávides, almohades y reinos cristianos. Y el reino nazarí de Granada también se vio superado por la potencia de una España que ya apuntaba tercios. ¿Es posible que el laxo concepto andalusí de yihad tuviera algo que ver con esta debilidad? Tal vez. Lo que está claro es que los andalusíes no concebían la guerra santa al estilo almohade o, para entendernos, al estilo del actual Daesh.



EGT: Al mismo tiempo, la presión de Roma consiguió la unión de los reinos peninsulares no tanto como un modo de apaciguar sus disputas, sino como el único método posible para combatir al infiel dado que en Tierra Santa la amenaza árabe era cada vez mayor. Creonte, rey de Tebas en la tragedia de Sófocles adaptada por Miguel del Arco, dice “Nómbrame una guerra que no haya sido patrocinada por un dios”. ¿Es la religión la madre de todos los grandes conflictos entre reinos o imperios?


SB: Pues lo cierto es que, tras analizar la historia, se da uno cuenta de que la religión es, junto con el nacionalismo, el principal motor de las guerras. Incluso cuando el motivo latente (el dinero) sea asumido por la parte espabilada de la población, el resto (la carne de cañón) se lanza al ataque convencido de que Dios está de su parte o de que su país merece triunfar. Es decir: el legionario que pelea contra los cartagineses en la Segunda Guerra Púnica, ¿sabe que lucha por la prevalencia comercial romana en el Mediterráneo o lo hace porque Roma ha de ser Victrix?



EGT: Uno mira el telediario y poco después se zambulle en su novela, y tiene la sensación de que existen muchas cosas que no han cambiado en absoluto. Más bien al contrario. Existe un pasaje en El ejército de Dios que recrea la destrucción, en antigua y bellísima ciudad andalusí de Medina Azahara, de una estatua femenina que recrea a la madre de Jesús por parte del odio fanático de los almohades a cuyos ojos, nada que no sea lo impuesto por su interpretación del Corán debe tener cabida en el nuevo mundo que pretenden construir. Siniestramente similar a lo ocurrido hace unos meses con las estatuas asirias del Museo de Ninawa, en la ciudad de Mosul, o la ciudad de Palmira. ¿Por qué las religiones desprecian toda manifestación contraria a lo que ellas consideran como lo verdadero?


SB: Creo que se imponen dos matizaciones:

La primera va referida a esa estatua de Medina Azahara. Una tradición posterior es la que la identifica con una Virgen María, pero en realidad no sabemos qué representaba más allá de una mujer. Lo duro de esto es que cualquier imagen antropomorfa está prohibida en el islam actual, como lo estaba para los almohades. Y lo más duro todavía es que esta prohibición no se encuentra en el Corán, sino en la interpretación que ciertos musulmanes hicieron tras la muerte de Mahoma.

La segunda es que, salvas las excepciones, un determinado credo no desprecia per se a cualquier otro. Incluso el Corán se modera cuando se trata de respetar las demás religiones monoteístas —las «del Libro»—.

Conclusión que se extrae de estas dos reflexiones: las religiones no son necesariamente malas ni intolerantes. Lo son quienes las interpretan de forma falaz o grosera.



EGT: ¿De qué manera se frena a los hombres que dominan y gobiernan miles de almas cuando reciben en sueños visitas de ángeles anunciándoles que deben ser los encargados de extender su Fe verdadera por todo el mundo?


SB: Lo aconsejable parece ser la lectura de otros libros, no solo del texto sagrado de turno. Ya nos apuntó Platón que la ignorancia es la fuente de la maldad; y limitar los conocimientos a una sola fuente, sobre todo si es tan rígida como la palabra divina, está a medio paso de la ignorancia supina. Creo que es algo similar a lo que decía Unamuno sobre que el nacionalismo se cura viajando.



EGT: En su novela hace un retrato fiel de la época, y muestra la doble moral que ha existido siempre respecto al sexo, al matrimonio, la homosexualidad… Reyes que desprecian a sus esposas, barraganas con intereses más altos que unas cuantas monedas o unos preciados vestidos, sotanas que sucumben a la tentación de Eva, mujeres de nobles muertos que apaciguan su viudedad en las sombras de los conventos… ¿A medida que se estrangula la libertad sexual del hombre, mayor es la respuesta velada de dar rienda a esa libertad cautiva? Islam y cristianismo fueron igualmente duros en la represión de todos aquellos que no guardasen las formas, y sin embargo…


SB: Está claro que hay instintos imposibles de refrenar. El sexo es inherente a la condición humana y todo intento de reprimirlo está condenado al fracaso. Y si esa represión triunfara, el resultado sería, aparte de aburrido, aberrante. No obstante, es cierto que el sexo se presta mucho a los tabúes de todo tipo, también a los históricos y literarios. De hecho, el erotismo es un ingrediente por lo general poco valorado en la narrativa, y tal vez tenga eso algo que ver con esa doble moral. El sexo es un indicador importante del tipo de sociedad en la que uno vive y, también, una fuente de contradicciones. A nuestro alrededor podemos ver mujeres obligadas a ocultar su hermosura por imposición divina mientras que el porno protagoniza nuestras sesiones en Internet.



EGT: Existe un personaje, Urraca López de Haro que, a pesar de su condición de mujer, tiene una influencia muy importante en los acontecimientos que se van sucediendo en la novela. Estamos acostumbrados a escuchar que el papel de la mujer fue prácticamente testimonial a lo largo de la historia, pero este personaje demuestra que ellas también sabían jugar las bazas de las que disponían para conseguir sus objetivos. ¿Se trata de una excepción o es una licencia que se ha tomado para colorear la novela?


SB: Todos los personajes de una novela, incluso los históricos —por supuesto, también los masculinos—, están tamizados por la ficción. Dicho esto, Urraca López de Haro fue una de las nobles más influyentes de nuestra historia medieval. Y precisamente ahí, en nuestra historia medieval, contamos con otros ejemplos femeninos que representan excepciones a esa regla teórica de la mujer como personaje secundario. Sin salirnos de las lindes de este proyecto literario tenemos, por ejemplo, a Leonor de Aquitania. O a su hija Leonor Plantagenet, reina de Castilla. O a la hija de esta, Berenguela. Incluso en el lado musulmán, la esposa del rey Lobo fue una baza política importante, igual que lo fueron sus hijas. Esto en cuanto a lo documentado. Fuera de las crónicas, todo el monte es orégano y materia para novelar.



EGT: Hay quien piensa que las novelas que contienen varias tramas que transcurren en paralelo despistan a muchos lectores, que quizá es mejor simplificar la estructura para facilitar su comprensión. Sin embargo, se le ve a usted muy cómodo desarrollando novelas alejadas de lecturas que no le exijan al lector cierta concentración; como si les lanzase un pequeño reto a sus lectores. ¿Hasta qué punto enriquece tal variedad y cantidad de personajes una novela? ¿Cree que le puede restar lectores hacer uso de múltiples tramas?


SB: Mi experiencia me dice que algunos lectores se atemorizan ante el tamaño de ciertas novelas, no ante su complejidad dramática. De hecho, es mucho más peligroso ceñirse a una sola línea argumental y superpoblarla de secundarios y subtramas, algo inevitable si hubiera querido tratar este mismo tema en una novela al uso. Además, las novelas con trama única son arriesgadas en cierto modo: si el lector no empatiza con el protagonista, podemos hablar casi directamente de fracaso. Con las tramas paralelas y la consecuente multiplicación de protagonistas, este peligro se minimiza. Por poner un ejemplo ampliamente conocido: yo me aburría soberanamente al leer las partes de John Nieve en la saga de George R. Martín, pero disfrutaba a dolor cuando entraba en escena Tyrion Lannister.



EGT: Al hilo de la anterior… Hace unas semanas pude escuchar con atención a una escritora hablar de su última novela sobre este asunto. Recuerdo que decía que, inicialmente, ella había configurado la novela de un modo concreto, enredando varias tramas entre sí que se iban liberando a medida que avanzaba la historia. La presentó a varias editoriales y ninguna la tuvo en cuenta. Sin embargo, tras recibir el consejo de una editora, que le dijo que debía aligerar la trama y entregar un producto más sencillo, la autora varió la idea original y hoy tiene su flamante novela publicada con un sello importante. Si usted advirtiese que su próxima novela tiene dificultades para abrirse paso y le plantean variarla y simplificarla a costa de su idea de partida ¿qué pesaría más en su decisión: concepto o fin?


 SB: Ahora mismo, con la tercera parte de la trilogía temática en marcha, está claro que las tramas paralelas se imponen, más que nada porque las dos anteriores han funcionado según este mismo concepto. Tengo claro que la novela se publicará así, entre otras cosas porque, afortunadamente, yo cuento con el respaldo de mi editora. Eso no quiere decir que no vuelva a escribir en el futuro con tramas simples, todo dependerá de que lo exija la historia. La verdad es que aligerarla o «facilitarla» puede ser aconsejable según qué perfil lector se busque o qué habilidad resolutiva tenga el autor, pero esto vale también para las novelas con trama única. Por lo demás, no existen fórmulas infalibles en el mundo editorial. Ni en ningún otro campo artístico, creo. ¿No fue Bette Davis la que rechazó el papel de Escarlata O’hara? Y tengamos en cuenta algo: si George Lucas hubiera preferido aligerar tramas en lugar de insistir tras el enésimo rechazo, hoy no existía Star Wars.



EGT: Muchas gracias por atender nuestras preguntas, Sebastián. Esperamos que se haya sentido cómodo respondiéndolas y le emplazamos a tener una nueva entrevista cuando presente la novela que ponga fin a esta trilogía. La esperamos con ganas y le deseamos, hasta entonces, que el viento siga soplando a su favor.


SB: Gracias a vosotros, tanto por la entrevista como por la labor de difusión cultural que tanta falta hace. Y ya sabéis que podéis contar conmigo cuando queráis.


Una entrevista de Santiago Navascués
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