jueves, 27 de noviembre de 2014

Una Odisea Extraordinaria

Si alguna vez tuviese que andar liado en alguna guerra cruenta, tanto que diez años durase, creo que lo único en lo que iba a tener entretenida mi cabeza en los entretiempos y en las largas noches de insomnio, provocadas por los fantasmas de los muertos que se aparecen en los sueños para terminar el trabajo que dejaron inconcluso en el campo de batalla, iba a ser en cómo regresaría a mi hogar y de qué manera lo haría. Lo que a buen seguro no me llegaría a imaginar es que, una vez terminada la guerra, mi destino me guardaría como compensa al esfuerzo y a la entrega otros diez años de vagar por el mundo conocido hasta alcanzar las costas de las tierras que me vieron nacer. Creo que entonces llegaría a pensar que el destino, los hados o los dioses, o quién quiera que sea el que rige el futuro de los hombres, me la tiene jurada o permanece demasiado ocioso y alivia su hastío manejando mis hilos.


Enfrentarse a La Odisea de Homero no es labor fácil. Es una de esas obras que los profesores de Lengua y Literatura obligaban a leer a los chavales en la EGB. Quizá por aquellas arbitrarias decisiones, fruto de un apetito personal y no de una meditada decisión como docentes, muchos de aquellos estudiantes dieron la espalda a la lectura. Hoy, sin embargo, se lee la saga de "Harry Potter"...  Si pasar de lo uno a lo otro ha necesitado de unos treinta años, quizá en 2.030, se lea la obra completa de Delibes o Ana María MatuteSeguramente existe un término medio mucho más interesante. El sueño no tiene costo...
Si la lectura de La Odisea, decía, es tarea compleja por su composición poética o la efervescencia de sus variados personajes, no debe serlo menos la empresa de llevarla sobre las tablas de un teatro. Aglutinar en menos de dos horas los veinticuatro cantos (que podrían considerarse los actuales capítulos) de los que consta la obra requiere de un vasto y profundo conocimiento de la cosmogonía clásica, de la mitología griega y de los fundamentos filosóficos de los primeros pensadores que alumbraron la knosis de la cultura occidental.
Soy de los que piensan que los grandes textos clásicos, en sí mismos, están dotados de un cuerpo potente, bien definido, capaz de encerrar los grandes temas que apasionan al hombre. Sin embargo, para darles vida en escena, es necesario dotarlos de un alma a la altura, y es ahí donde reside el secreto del éxito o el motivo del fracaso. Por suerte para el espectador, acudir a la puesta en escena de La Odisea por parte de El Brujo, es apostar a caballo ganador.
Rafael Álvarez es, hoy por hoy, el último gran Bululú de la escena, el Aeda de la época griega, el narrador omnisciente que vive dentro de cada personaje, que conoce de sus sentimientos y anhelos, de sus desvelos e inquietudes. Es Ulises y es la ninfa Calipso; es la diosa Atenea y es Alcinoo, rey de los feacios; es la paciente esposa Penélope y es Polifemo, el ciclópeo pastor de ovejas. Y a todos ellos les da vida otorgándoles una personalidad y una condición propia gracias a la demostración invisible de una técnica depuradísima, sirviéndose de la voz de su cuerpo, pues todo él es expresividad y gesto estudiado; y de la voz de su voz, modulada a conciencia: tenue y febril unas veces, colérica e histriónica otras, siempre sujeta a una intención, a un motivo que le da un lugar en el mundo.
Con acierto, El Brujo centra su espectáculo en los pasajes más conocidos del texto clásico (la guerra de Troya, el encuentro con el cíclope Polifemo, la búsqueda del padre de Telémaco, hijo de Ulises; el regreso a Ítaca, la prueba del arco para demostrar que es él el marido que creyeron muerto...), pero realiza paradas en aquellos que, si bien no son tan familiares para los profanos en el poema épico, el actor considera que hay que rescatarlos y ofrecerlos como brisa fresca, pues despiertan la conciencia y la razón, y hacen reflexionar sobre las grandes cuestiones que persiguen al hombre. Pero es que, además, El Brujo es capaz, introduciéndose por los resquicios abiertos que deja el guión de la obra, de abrir una puerta en mitad del espectáculo y atravesarla con osadía para ofrecer paralelismos entre las situaciones narradas por los clásicos y la más rabiosa actualidad, dejando claro que 2.000 años de historia no han servido al hombre absolutamente para nada, pues sigue soprendiéndose al encontrar las mismas piedras del camino, ya sea el nacionalismo (decía aquí que el nacionalismo es como querer encontrar en una habitación oscura a un gato negro) o la corrupción del poder. Y de nuevo, del mismo modo que abandonó el discurso del espectáculo, regresa a él con la misma soltura, dejando en el espectador el regusto que dejan los prestidigitadores con sus trucos de magia, cuestionándose si ese abandono forma parte de lo programado, o es un recurso del actor para salir de algún apuro de escena, como puede ser olvidarse del texto.
Se trata, ante todo, de una obra dinámica, sin tiempo para que el espectador se relaje. La escenografía es, comparándola con otras propuestas anteriores de Rafael, incluso barroca, pues se sirve de un gran velamen, el de la nave en la que Ulises viaja hacia su Ítaca, como horizonte; de varias conchas que parecen aguardar la llegada de Venus, colocadas frente al espectador; del mar, un mar de arena azul que todo lo envuelve, como durante diez años envuelve al héroe de Ítaca en la tenebrosa soledad. Se acompaña, y esto es novedad, de dos músicos, un percusionista y un pianista, para introducir o ambientar diferentes secuencias que propone el texto, enfatizando o relajando la escena y sus acontecimientos.
El Brujo sigue siendo de esos pocos hombres libres que hacen lo que le pide el cuerpo, y que encima tienen la suerte de ser recompensado con el favor y el respeto de un público fiel (en este caso el de Logroño, capital de La Rioja) que acude a sus funciones con ilusión, con el deseo de dejarse sorprender y de reencontrarse con la vieja escuela del teatro, la que aboga por el actor total, el actor que asume todos los riesgos para alcanzar todas las glorias. Como los héroes griegos, como Ulises.
Ya no quedan, Don Rafael, ya no quedan...


La Odisea
Homero 

Dirección y Aeda
Rafaél Álvarez El Brujo

www.facebook.com/producciones.elbrujo


UNA RESEÑA DE
 Santiago Navascués

©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

miércoles, 26 de noviembre de 2014

EMPUJONES DEL DESTINO de Lucía Herrero









Soy un gato solitario, amo así la vida y tomo de todo un poco, me gustan las gatitas me gusta el vino, y si tengo que olvidarlas, me voy y olvido…¡qué Julio Iglesias me ha quedado! y es que en el fondo soy un romántico, no puedo evitarlo, soltero empedernido, pero romanticón, que lo cortés no quita lo valiente, y yo soy todo un Caballero. Pero gato al fin y al cabo. No soy macho de una sola hembra, y no es porque sea un canalla, es que  mi instinto manda, no solo es cuestión de genética, si no de supervivencia pura y dura ¿Qué sería de mi especie si todos los machos nos uniéramos de por vida a una sola hembra, y además siendo fieles? Pues que seríamos una nueva especie en peligro de extinción.  
La naturaleza es sabia, y una picaruela, pues nos ha dado la posibilidad de intimar con tantas chavalitas como nos apetezca y luego seguir nuestro camino sin preocuparnos de lo que dejamos atrás aunque tengamos que demostrar continuamente  a otros machos quien manda aquí, cosa que al fin y al cabo no es solo de nuestra especie, un macho, siempre ha de marcar territorio y luchar por una hembra, ya sea por conseguir sus favores o su amor eterno  Yo creo que es lo mejor que me podría pasar, ligar sin pensar en las consecuencias y cuando uno tenga un día tonto y necesite cariñitos, pues siempre hay una chica, esta vez humana, que está dispuesta a acariciarnos el lomo a cambio de dejarnos besar de vez en cuando ¡Tampoco es un precio tan caro!
Y con ella, al igual que con las gatitas, cuando uno quiere vivir su vida, solo tiene que salir sigiloso y trotar por otros derroteros, cuando necesite algo, ya volverá. Si, la verdad es que es una suerte ser Gato ¿Porqué se empeñan los humanos entonces en sufrir por amor una y otra vez,  porqué ese afán de poseer a otro in sécula seculorum y sentirse a su vez, parte de otra persona? Qué manera de complicarse la vida ¿Qué es lo que encuentran de satisfactorio en ello, sufrir y amar van de la mano? ¿Qué recompensa puede haber en unirse de por vida a alguien?

Bueno, si solo se dispone de una vida, tan poco puede ser tan esclavo ¡Otro gato nos maullaría si fueran siete las vidas que vivir! Aunque de los humanos me lo espero todo, hasta siete vidas vividas junto a quien aman.


¡Están locos estos humanos! ¿O no tanto?...


Empujones del Destino

Hacía algún tiempo que tenía la novela de Lucía Herrero en mi poder, pero por unas cosas o por otras, no lograba encontrar el momento adecuado de ponerme a leerla ¿sería cosa del Destino? Pues creo que no iba tan desencaminada al pensar así. Hay un tiempo para cada cosa y  cada cosa a su tiempo, y no podría haber sido ni antes ni después  el leer al fin Empujones del Destino, pues este, el Destino, hizo que justo en ese momento, la novela decidiera  que ya era el momento de dejarse leer, en el instante que mejor podría apreciarla y sobre todo, disfrutar de ella.
Los hados no habían sido muy favorables conmigo últimamente, o tal vez era yo quien andaba a la greña con ellos, pero la cuestión es que todo parecía haberse confabulado contra mí para hacerme pasar una de las épocas más convulsas y confusas de mi existencia; tras unos meses duros, con incierto futuro ante mí, tan incierto que ni siquiera sabía si habría futuro para mí, una estrella brillante y luminosa comenzaba a alumbrar mi camino, abriéndose paso entre la niebla que me rodeaba. Me daba igual todo  lo que había tenido que pasar, todo a lo que debería enfrentarme a partir de ese momento, estaba enamorada  y el amor no me había soltado de la mano en todo aquel extraño viaje, nada podría hacerme caer porque estaba sujeta al pilar más firme y seguro de mi vida, el Amor.
Y de repente, este comenzó a tambalearse. No todo él, pero si ciertas cosas que yo daba por seguras y que me dieron fuerza y valentía para seguir adelante. Y parecía que todo había sido una ilusión, o un sueño, o solo una confusión. Pero sentí que todo en lo que me apoyaba, se desmoronaba. De nuevo, tuvo que ser ese amor, al que culpé de romper mis sueños, el que una vez más me tomó de su mano y me hizo volver a soñar y esta vez, sin temor a despertar.
Era el Destino sin duda. La novela me llamaba a voces, era el momento de leerla.  

Nadia y Ruth, dos jóvenes madrileñas, deciden tomarse unas vacaciones en Mallorca, dispuestas a que ese verano sea el mejor de sus vidas y sin ser conscientes en esos momentos todavía, de lo que el Destino les tenía deparado a ambas. Este caballero caprichoso, llamado destino, lleva a las dos damas hasta un hotel y una habitación que serán el detonante de una apasionante, tormentosa, confusa y delirante historia de amor ¡Cómo si no hubiera hoteles en Mallorca! pero es que contra el Destino nada se puede hacer, tal vez solo dejarse llevar y aprovechar el momento como si no hubiera mañana.
Pero Nadia no piensa lo mismo.
Allí se reencuentra con un antiguo vecino de la infancia, Samuel, ya crecidito y convertido en un apuesto hombre que sin olvidar, que un día fueron amigos de niños, ahora, son dos adultos que se atraen y que tienen unas apasionantes vacaciones por delante. Y quien sabe si algo más. Pero tras la pasión, pronto empiezan las confusiones, los malentendidos, las dudas  y hasta la venganza, y es que no hay nada peor para una mujer, que sentirse traicionada por quien ama, sobre todo cuando no es la primera vez que le ocurre.
La inseguridad, el temor, la idea de sentirse frágil y ser herida de nuevo, llevan a Nadia a comenzar un tira y afloja con Samuel que la sumirá en un gran desconcierto y hará que se sienta en una montaña rusa emocional constantemente. Nada desea más que estar junto a él, y solo se siente en una continua lucha de poder contra los elementos y contra el propio Samuel, y no es consciente de que la lucha más encarnizada es contra ella misma y sus temores.  Amor, pasión, sexo, diversión, confusiones, celos, demasiados jugadores en un solo tablero y unas reglas de juego que nadie está dispuesto a acatar, y sobre todo, un Destino que se mueve a empujones entre sus jugadores.  La diversión está asegurada en la novela. 
 Pero no es  solo la insegura y temerosa Nadia la que deberá moverse entre empujones, la resuelta, liberal y moderna Ruth también se verá envuelta en esa espiral que es el amor, y para la cual, el Destino también tiene preparado un pequeño empujón, tan apasionante como demoledor y es que no hay nada como enfrentarse a los caprichosos designios del  Sino, para acabar rendidas ante un karma implacable. No se puede huir, solo dejarse llevar, y aceptar lo que cada cual se merece.

Lucía Herrero nos cuenta de manera llana y clara, una historia que bien podría ser tú historia, la de tu mejor amiga, o la de tu vecina de al lado; y es que el Destino, puede empujar a cualquiera y cuando menos lo espere.  Así es la vida, así es Empujones del Destino.



EMPUJONES DEL DESTINO
Lucía Herrero





Una reseña de Yolanda T. Villar
©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

jueves, 20 de noviembre de 2014

ENTREVISTA CON...Anamaría Trillo





"Yo la veo en los risueños albores de la aurora, como en los tristes crepúsculos de 
la tarde; a la deslumbradora claridad del astro del día, como a los destellos 
apacibles de la luna argentada. Tan pronto es la sílfide aérea que hace ondear su 
vaporoso manto entre las nubes que coronan los montes; tan pronto la dríada 
juguetona triscando por la esmaltada pradera o la sombra de sus queridos 
bosques: o bien -con más frecuencia aún- la pálida y melancólica ondina, 
dejando sus palacios de líquido zafiro para sonreírme cariñosa en esta orilla 
escarpada, oculta entre los arbustos balsámicos que riega cada día con su bella 
urna de nácar...
...La luna, próxima al ocaso, acariciaba con sus últimos destellos la pálida frente 
de la reina de las ondinas, inclinada sobre un hombro de Gabriel; mientras que 
la brisa, jugando a su placer con la profusa cabellera -que se tendía destrenzada 
bajo la guirnalda de nenúfar- llegaba a envolver como cendal de oro la hermosa 
cabellera del joven músico; cuyos labios cesaron de henchir por un instante el 
instrumento sonoro, para beber los hálitos de aquellos otros labios 
voluptuosos."


(Fragmento de La Ondina Azul, de Gertrudis Gómez de Avellaneda)





GATO TROTERO: No si se debería empezar de una forma tan directa, Anamaría, pero tengo que preguntárselo, pues lleva rondando mi cabeza desde que leí por primera vez el título de su libro ¿Dónde se encuentra Umssola? ¿Se puede llegar hasta allí con un GPS, o solo unos cuantos elegidos encontrarán el camino? Y ahora sí, porque su libro bien lo merece. Enhorabuena por tan magnífico trabajo.

ANAMARÍA TRILLO: Muchas gracias por sus palabras, para un escritor no hay mejor recompensa que saberse leído y, si la lectura viene seguida de una halago, entonces ya, en mi caso, llego a las más altas cotas de felicidad. El trabajo de escritor es muy duro, a menudo no demasiado reconocido como tal, y que, habitualmente, se compagina con otra profesión, lo que lo hace doblemente duro, pues el que quiere escribir se ve obligado a hacerlo de madrugada, levantándose temprano antes de ir a trabajar o en cualquier lugar donde pueda tener un boli y una libreta.
En relación a su pregunta, le diré que Umssola es un lugar inventado, lamentablemente. No existe y por lo tanto no se puede buscar con el GPS, aunque sería maravilloso, desde luego, poder viajar a un paraje así. La isla de Umssola y su faro, en realidad, es el lugar donde cada uno de nosotros encontraríamos el consuelo, por lo que cada persona, dependiendo de las circunstancias, necesitará encontrar su propio faro, ese que le permite seguir adelante a pesar de todo. Soy de la creencia de que hay un faro hasta para el mayor de los desconsuelos, el problema es que no siempre es fácil encontrarlo.


El Faro de Umssola  es el primero de cinco relatos y el que da nombre al libro. Un nombre propio directo y atrayente,  con un apellido  y otros cuentos subterráneos que no solo acompaña a dicho nombre, sino que dota de carácter al libro en sí, o al menos esa es la sensación que me ha transmitido. Digo sensación, que no impresión,  porque todos y cada uno de los relatos que componen su libro, siendo independientes unos de otros, se complementan perfectamente, como instrumentos de viento y cuerda en una melodía, no dejando resquicio para una nota discordante en la composición ¿Ha sido obra de la casualidad, el que estos cinco relatos hayan acabado formando esta orquesta de cámara, o ha sido una meditada y difícil elección la que ha tenido que hacer, Anamaría? El resultado no podía haber sido más armónico.

Lo cierto es que cada uno de ellos nació de un lugar indeterminado de mi alma de escritora. Cada uno en un espacio, con un tono, en un tiempo concreto. Son independientes los unos de los otros, al menos durante el largo proceso de su creación. Cada uno nació de un rincón de mi imaginación y con un deseo de expresar algo, una idea concreta, pero sin pensar que tendrían que compartir páginas en algún tiempo futuro, como finalmente ha sido gracias a la editorial Playa de Ákaba. Para mi sorpresa, cuando los tenía escritos los cinco, descubrí que había algunos elementos comunes, y eso me sorprendió. Había encontrado un hilo conductor invisible a primera vista, pero que se manifestó fuertemente cuando estuvieron juntos. Comprendí entonces cómo viven los sentimientos en nosotros, cómo nos marcan nuestros miedos y anhelos. Estaba claro que todos eran textos escritos por la misma mano, puesto que tenían mucho más de mí de lo que me había dado cuenta cuando los escribí uno a uno. En ellos se repite lo que soy, lo que siento y lo que temo. Unirlos me ayudó a entenderme a mí misma, a conocerme y saber de mí. Ponerlos juntos no fue difícil, pues eran hijos de una misma madre y, siguiendo con el símil de la orquesta, suenan bien juntos, pues son hermanos. 

Leer su libro ha sido como viajar en el tiempo, a pesar de que todos los relatos son tremendamente actuales. No he podido evitar sentirme transportada a esas noches bajo las sábanas de mi cama, con una linterna enorme –de aquellas con pila de petaca en las que devoraba los relatos de Poe,  Becquer, Maupassant, Gertrudis “Tula” Gómez de Avellaneda  de una colección que mis padres tenían en la librería de casa. Noches fantásticas aquellas y recuerdos maravillosos. Y al leer su libro ¡Voilà! aquellos años vuelven a mi mente y entonces me doy cuenta de lo mucho que esos relatos y autores han influido en mi vida y en mis escritos ¿Y en sus cuentos Anamaría, qué o quién ha influido en ellos, en usted?

Sin duda, coincido en su gusto por Poe, Bécquer..., por esos relatos que, en mi adolescencia, ya me fascinaban, en los rasgos decimonónicos de la literatura, con los que me encanta jugar: la noche, lo inexplicable, lo real que se mezcla con lo fantástico, el sabor de las leyendas, los misterios ocultos de las historias que me contaron.
Soy una gran apasionada de la historia, me gusta más pensar qué pudo pasar que lo que pueda depararnos el futuro y creo que eso influye de manera significativa en lo que escribo. Me siento cómoda interpretando el pasado, recordando hechos acaecidos en el siglo XIX y también en la primera mitad del XX, lo que me han contado mis padres, y lo que mis abuelos les contaron a ellos. Me gusta la historia universal, pero mucho más la microhistoria, esos relatos que pasan desapercibidos en los libros, los que hay que rebuscar, investigar, indagar e incluso fabular pues no hay manera de saber qué es realidad y qué ficción.

Influencia o no de la literatura del siglo XIX, lo que es innegable es su estilo depurado e impecable, un lenguaje llano y sencillo que construye frases limpias y refinadas, sin florituras, ni ambigüedades, sin confusiones ¿Cuánto hay de años de estudio, cuanto de horas de lectura y por supuesto, qué hay de innato en todo ello? Yo tengo una idea muy clara, la preparación es necesaria pero hay que nacer con un “yo que sé, que se yo” para que lo escrito sea exactamente  lo que poco antes solo estaba en la mente. Escribir es relativamente fácil, escribir bien es otro cantar y llegar al lector es más complicado, llegar y quedarse, claro.

La verdad es que no sabría decir con precisión cuál es la fórmula, qué hace que uno sea escritor. En mi caso, llevo escribiendo desde niña y no sabría decir qué me impulsó a ello la primera vez. Solo recuerdo que yo misma me di cuenta de lo que disfruté escribiendo un cuento en concreto que presenté en el colegio cuando tendría ocho o nueve años. Admito que a la hora de seleccionar mis estudios, elegí Periodismo precisamente porque leer y escribir eran la base de la formación que iba a recibir. Quizás verdaderamente haya algo innato en la escritura, algo que uno lleva dentro y otros no. No obstante, hay escritores que no sienten esto que estoy diciendo, que empezaron a escribir por una cuestión práctica o por un encargo en un momento tardío y no por eso son menos escritores. Escribir se presupone que lo puede hacer todo el mundo, escribir bien creo que es cuestión de trabajo, empeño, esfuerzo y sobre todo de muchas horas de lectura. Para mí, todo escritor deber ser primero un buen lector, si no es tan solo alguien que compone libros con más o menos suerte, y al que no es buen lector se le nota a la legua. Otro cantar es hablar del éxito o de llegar al público. Por desgracia, tal y como está configurado el mundo editorial, eso es algo que no está garantizado para muchos escritores que son muy buenos, pero no se adaptan a las modas o a los aspectos más mercantiles del mundo del libro y al que acceden, sin embargo, escritores de peor calidad pero que se pliegan a las modas y explotan hasta la saciedad las mismas fórmulas manidas.

El cuento es mi género literario favorito, da igual que sea victoriano, infantil, decimonónico, tenebroso, gótico. Si las matemáticas me las hubieran enseñado a través de un cuento, otro gallo hubiera cantado en mis años estudiantiles ¿Qué significa para usted este género? Un profesor me dijo en una ocasión que el cuento logra sacar la fuerza del débil, y aplacar la ira del temperamental.

Hay mucha gente que lo considera el hermano menor de la novela, incluso hay quien lo llama muy desacertadamente «género chico». Yo, que me considero por encima de todo novelista, sin embargo, admiro mucho a los grandes autores del género, precisamente por lo que supone este género en oposición a la novela. Para mí, el cuento es una novela condensada, es una historia redonda y completa en un determinado número de páginas, más bien breve, y en esta historia se recogen un inicio, un nudo y un desenlace sin dejar que el lector eche de menos ninguna información o acción relevante. Escribir relato es un ejercicio de concreción y síntesis, que para mí me es difícil, como digo me cuesta ser breve y concreta, pero que para algunos grandes novelistas es un imposible. Yo me siento muy orgullosa de haber conseguido dar forma a estos cinco y otros tantos que están reposando en el cajón. Creo que es un género difícil, pero que, en mi caso, me ha parecido ideal para darme a conocer a los lectores que de otro modo, con una novela larga, por ejemplo podrían haber quedado «empachados» de mí. Hasta la publicación de El faro de Umssola y otros cuentos subterráneos solo había publicado en libros colectivos, y como inicio de mi carrera en solitario me ha parecido una gran forma de presentarme, como a pequeños bocados. Las novelas vendrán después, cuando quien haya dado oportunidad a mis cuentos considere si merece la pena o no acompañar a mi prosa durante trescientas o cuatrocientas páginas.


Encuentro  una absoluta satisfacción en los relatos cortos, tanto para elegir qué leer como para ponerme a escribir, suelen terminar imponiéndose a otros tipos de narrativa; son grandes historias en un pequeño espacio o pequeñas novelas, relatos que cuentan historias completas, bombones en una gran caja de regalo. Pero parece inevitable que tarde o temprano una persona golosa quiera probar a qué  sabe una gran tarta ¿Es este su caso, son los relatos esos bombones que dan paso a un gran pastel? ¿Se puede comer bombones sin probar nunca la tarta?

En mi opinión, se puede vivir del cuento, como se suele decir. Continuando en el símil, creo sin ningún tipo de dudas que un escritor se puede pasar la vida comiendo bombones sin nunca probar un pastel. Hay verdaderos artistas del cuento que no sienten nunca la necesidad de más, porque para ellos dar el paso hacia la novela no es un paso necesario y primordial como escritores. En mi caso, como dije, considero que mi alma es de novelista, de escritora de grandes novelas, y no me refiero a su calidad, en absoluto, me refiero a grandes novelas en extensión. Me cuesta ser breve, tengo que confesarlo. Me encanta analizar hechos, rebuscar sentimientos, describir acciones, situaciones... me gusta jugar con la sonoridad de las oraciones, con la extensión de las frases, con las palabras y las personas que las dicen. A veces, cuando estoy en medio de una historia, se me ocurre un flashback que me retrotrae al pasado de mis personajes y me entran unas ganas irrefrenables de ir a ver cómo eran entonces, a buscar por qué son como son hoy, etc. Esto que visto así parece interesante puede ser peligroso; puede suceder que la historia se te vaya de las manos, pierda el mensaje, acumule un sinfín de páginas que realmente no aportan nada sino florituras y hechos pasados que al lector ni le van ni le vienen. Como digo, tan malo es pecar por exceso como por defecto. En la justa medida está todo, así que vivo y escribo conteniendo mi afán de saber más sobre cada persona que creo o sobre cada hecho que narro. De ahí que admiro a los cuentistas, a los que son capaces de contar tanto con tan pocas palabras. Mi incursión en el mundo del relato es un deseo de demostrar que no es sencillo el relato y mucho menos un género menor.


Periodista, escritora, editora…varios palos de una misma baraja. De nuevo, como en su libro, una perfecta armonía para comunicar a los demás lo que nace dentro de una misma. No hay por qué hacerlo, ni por qué separar lo que funciona tan bien en su conjunto, pero si no quedara más remedio, Anamaría ¿Podría elegir una sola de estas facetas, hacer que una prevaleciera sobre las otras? no me mate, es que este Gato de curioso que es, se entromete en todo (risas)

Mi querido Gato, me encanta su curiosidad, y le confieso que soy una gran amante de los animales. Ojalá mis perritas supieran leer, o pudieran escuchar cuentos, que le juro que les leería como he hecho con mis hijos.
El periodismo es mi formación. Elegí la carrera por vocación, con el deseo romántico de ser reportera y contar la verdad al mundo. Con los años comprendí que era tan solo eso: un deseo romántico y, aunque de mi experiencia con el periodismo me quedo con la radio, a la que algún día me gustaría volver, hace tiempo que la profesión periodística y yo decidimos que somos incompatibles... él es demasiado interesado y yo demasiado idealista. Con los años he acabado un poco enfadada con él, que tanto prometió y del que tanto me creí. Aunque, entre nosotros, si él me dice ven, seguramente iré, sin dejarlo todo, pero iré. La edición, por otra parte, es una profesión que viene de mi afición lectora y de la constante necesidad que tengo de hacer cosas y darle alimento a mi mente, me encanta aprender. Hacer libros para otros autores es una profesión maravillosa, una profesión que se convierte en pasión cuando uno ve los resultados reales de lo que aprende en los cursos para editores, cuando uno tiene la oportunidad de leer tantas voces, de aprender tanto y sueña con descubrir a alguien que obtenga el éxito merecido y poder decir «yo fui la primera que leyó esa obra cuando solo era un archivo de word».
En cuanto a mi faceta de escritora, la dejo para el final porque creo que es la que domina a las demás. Es la que propició a las anteriores. Elegí estudiar periodismo para poder escribir, quise formarme como editora para ver cómo escribían los demás, cómo se hacían los libros, incluso he aprendido cómo se hacen a mano de manera artesanal, pero por detrás de todo ese afán de aprender y regresar al mundo del libro siempre ha estado mi deseo de escribir.
Si pudiera elegir la profesión, aunque sentiría mucho dejar de editar a otros autores, elegiría escribir porque es lo que siento que me hace más feliz. Yo, cuando escribo, es cuando me siento yo misma, sin embargo, también soy consciente de que es muy difícil, o al menos solo está al alcance de unos pocos vivir de la escritura. Si algún día llega ese momento seré muy feliz, podré escribir diez, doce, dieciocho horas diarias. Mientras llega ese momento, y por si acaso nunca llega, seguiré editando diez, doce o dieciocho horas diarias. Ambas profesiones son profesiones exigentes, de las que no se hace uno millonario, pero que dan muchas satisfacciones personales.

Pocas veces tengo  la oportunidad de tener enfrente a una escritora y editora al mismo tiempo, así que no puedo dejar de preguntarle por  este complicado mundo que es el literario. Por todas partes nos encontramos con escritores que luchan por publicar, tantos, que podríamos preguntarnos si hay tanta demanda como oferta, si hay mercado para tanta pluma inquieta y ansiosa por ver sus letras impresas ¿Lo hay, Anamaría? ¿Es el futuro de la escritura la autoedición, la publicación digital? ¿Cuántas veces calidad y oportunidad van unidas? Hace poco leí en un blog que hay demasiados “rellenapáginas”  que se hacen llamar escritores ¿Cualquiera hoy en día puede escribir y publicar?

El mundo editorial es muy complicado y terriblemente imperfecto e injusto. Hay muchas voces de enorme calidad que están mudas por culpa de criterios mercantilistas y otras, de pésima calidad, que venden millones por cumplir una serie de criterios que se basan solo en la moda y los dictados de una hoja excel.
En mi opinión, hay demasiada gente que desea escribir, pero eso no es malo, al contrario, creo que el que escribe lee dos veces y eso forma lectores y mentes capaces de ser libres y pensar por sí mismas. Ahora bien, a nadie de los que estamos en este negocio editorial se nos escapa que uno de los grandes problemas es el exceso de oferta que te obliga a trabajar y apostar cada quince días por una novedad que en breve estará obsoleta y será sustituida por otra, tuya o de otro editor, pero que será sustituida de las librerías sin remisión. A mí me gustaría declararme insumisa ante el criterio de la novedad y me gusta reivindicar el papel de lo que podemos llamar la no-novedad, es decir, libros que tienen seis meses y a los que mucha gente trata como libros caducados, como si fueran un yogur. ¿Qué sería entonces de los clásicos si fueran valorados según los criterios del siglo XXI? ¿Pan mohoso? Los libros no caducan, a un buen libro se le puede dar mucha vida después de los seis meses de publicación, el caso es querer hacerlo. Hace tiempo un amigo escritor se lamentaba porque una radio había rechazado hacerle una entrevista acerca de su libro porque este ya tenía ¡cuatro meses! Es una locura. Esto es lo que propicia que aparezcan fenómenos como la autopublicación, no me gusta hablar de autoedición porque alguien que no es editor no se puede decir que se edite a sí mismo; es como medicarse, si no eres médico te puede automedicar, pero probablemente lo hagas mal. Sin embargo, sí puede publicarse a sí mismo a través de los diferentes servicios que ofrecen las nuevas tecnologías. La autopublicación ha favorecido que muchas personas vean su obra publicada en un formato digital o incluso que hagan sus copias en papel, es decir, una democratización de la literatura con un «Usted también puede ser escritor». Ahora bien, dentro de la marabunta que se ha formado con este fenómeno muchos trabajos no cumplen con un mínimo de calidad, están plagados de errores, son meros intentos de novela que no pasarían los filtros profesionales. Yo reivindico el papel de los editores, es decir, el filtro de un profesional está ahí porque tiene que estar, porque es alguien con formación cultural y afán de dar a conocer buena literatura, porque puede ayudar a los buenos a sacar adelante buenas obras, porque puede pulir esos errores de los que no tienen suficiente experiencia.
Hay que admitir, también es verdad, que el mercado editorial, tal y como está configurado no permite apostar más que por unos pocos, que las editoriales corren muchos riesgos por cada autor que sacan del anonimato, incluso con los que no son anónimos se corren ciertos riesgos. A mí me gustaría poder publicar a mucha gente que se lo merece, y que el criterio del editor fuera un filtro, pero no un cuello de botella.

Y si rizamos el rizo ¿Hay diferencia entre escritores y escritoras a la hora de encontrar trabas o facilidades para publicar? ¿La mujer, al igual que aún pasa en muchos sectores y profesiones, sigue por detrás del hombre también en el mundillo (o universo, según se mire)  literario?

Pues para contestar a esta pregunta, creo que me voy a meter en un jardín, por no decir en un berenjenal, pero sí, estoy convencida de que la mujer también sufre, como escritora y como editora, las consecuencias de vivir en un mundo de hombres.
Como editora, estoy rodeada de hombres editores y, sin embargo, no hay nadie como una mujer para acompañar a un autor en el proceso de edición de su obra; somos más empáticas, más sensibles, somos multitarea, editoras, madres, esposas... Nos vemos obligadas a ser luchadoras, a trabajar el doble para obtener la mitad de reconocimiento. Trabajo codo con codo con Noemí Trujillo, editora y fundadora de Playa de Ákaba, y como trabajo con ella sé que no trabajaría con un editor hombre.
Como escritora, creo que mis compañeras mujeres están menos reconocidas, si no recuerdo mal solo trece han ganado el Nobel de literatura, y creo que cinco o seis el Príncipe de Asturias de las Letras. Yo creo que la mujer aún tiene que luchar contra muchos prejuicios, contra la imagen que tienen de nosotras como personas que abandonamos nuestras carreras y hasta nuestros sueños por nuestros hijos o incluso a favor de las de nuestros compañeros. Ya estamos en el siglo XXI y aún debemos escuchar verdaderas barbaridades sobre la vida laboral y la familiar en el ámbito de la mujer trabajadora y yo, como vengo diciendo en esta entrevista, considero que escribir es un trabajo, y muy duro, por lo que tampoco se libra de estos problemas. Además de todo esto, la escritora mujer se ve frente a un prejuicio también muy extendido en cuanto a su obra, aún hay mucha gente que piensa que las escritoras escriben para mujeres y los escritores, para hombres y mujeres. Esto me parece un despropósito monumental. Sin ir más lejos, mis cinco relatos están protagonizados por hombres. ¿Por qué creen que escribo para mujeres? Cuando yo escribo lo hago para los lectores de ambos géneros, salvo cuando lo hago para uno de esos dos géneros de manera consciente. En realidad, todavía hay mucha gente que considera que la obra del escritor es sesuda y profunda y la de la mujer sensible y superficial, yo sin embargo, me voy a mojar, aunque me eche encima alguna voces críticas, creo que la obra de la mujer tiene más calidad, ¿sabe por qué? Porque el hombre lleva siglos pudiendo decir lo que le apetezca, y la mujer que ha vivido callada, escribiendo para sí, a escondidas, ahora que puede hablar dice cosas que merece la pena leer.

Cierre los ojos, tome aire, tómese su tiempo si es necesario y dígame ¿Cómo ve el futuro de los escritores? ¿Los jóvenes vienen empujando fuerte o se han perdido entre tanto Smartphone? aún con riesgo a que no se cumpla, pida un deseo en voz alta, y nos encomendaremos a los hados para que por una vez, nos sean favorables.

Me gustaría que el futuro fuera dulce, como a todo el mundo. Me gustaría que hubiera una  edad de oro de las letras, pero admito que hay muchas posibilidades de que eso nunca se produzca. En la actualidad, los jóvenes viven inmersos en un mundo lleno de estímulos, de formas de ocio y entretenimiento que los alejan de la literatura. Sin embargo, eso propiciará que muchos jóvenes puedan destacar en el cine, la música, los videojuegos, y eso es bueno, porque también son cultura. Aquellos que sí se sumerjan en el mundo de las letras sé que nos sorprenderán. El mundo actual es un caldo de cultivo para miles de buenas historias y muchos jóvenes harán grandes cosas, hay voces muy buenas esperando para dar el salto. Y eso me alegra. Como lectores, la cosa cambia, creo que actualmente se fomenta poco el acceso a la lectura, los poderes públicos están obcecados en su «crisis» y no atiende nada más que a sus propios ombligos, no atienden a la crisis que vive la gente de a pie, ni a los problemas sociales, ¿cómo les va a preocupar la crisis cultural? Al contrario, se deja de dotar a las bibliotecas, se sube el IVA de ciertos productos y servicios culturales, se recorta en educación... a veces parece que no quieren que la gente sepa pensar por sí misma, algo que me recuerda tiempos que quisiera que se quedaran en blanco y negro. También es cierto que el exceso de oferta y la creencia de que la cultura debe ser «gratis total» están degradando el mundo de la cultura y el valor que el lector le da a las cosas, sea un libro de papel, un archivo epub, un mp3 o una película. Aquello que no cuesta conseguirlo no se valora y eso le está pasando a la cultura. El día de mañana habrá grandes escritores, pero no sé qué oportunidad tendrán de demostrarlo. ¿Un deseo en voz alta? Que esos escritores tengan la posibilidad de hacerlo, quiero pasar el resto de mi vida leyendo esas grandes voces de las generaciones que siguen a la mía, y que el libro vuelva a ser un objeto de valor.

Para acabar, y es difícil porque de seguro nos quedan cosas en el tintero. Pero lo dejaremos para una próxima vez ¿Qué ronda ya por esa cabeza pensante suya? ¿Relato, novela,  ensayo, reflexión? ¿Un cuento con un  astuto y blanquinegro gato como protagonista? (risas)

Ahora mismo estoy trabajando en una novela que espero que sea mi primera novela en ver la luz. Estoy emocionada, la vivo y la respiro aunque solo puedo trabajar en ella cuando no soy editora, madre trabajadora, etc., vamos, lo que viene a ser de noche. También estoy remangada con un proyecto muy interesante, un libro de relatos perteneciente a la Generación Subway, en que participo como antóloga, prologuista y autora y que se publicará en diciembre. Generación Subway es un movimiento literario que estamos tratando de dar a conocer a través de la editorial Playa de Ákaba y que hará posible que muchas voces inéditas vean la luz y que otras sin suficiente difusión se puedan oír con contundencia. ¿Un cuento de un gato? Pues seguramente algún día lo haga, los gatos son animales fascinantes.

Gracias por su tiempo y sobre todo, por este maravilloso libro que sabe a poco, una que no se conforma  así como así cuando tiene delante un manjar tan exquisito.  Solo decirle que al igual que usted, yo también he cogido el bolígrafo siempre de una manera muy peculiar…nos vemos por su blog hasta su próximo libro.

Muchas gracias, querido Gato, por leerme, y por atender estas reflexiones de escritora-editora. Es un placer saber que hay quien valora los libros y que está dispuesto a que los libros sigan teniendo el papel en nuestra sociedad que se merecen. En cuanto a lo de coger el boli, pues sí, de niña me reprendían por mi forma de cogerlo... y no sabían que regañaban a una futura escritora. En definitiva, no cuenta tanto la forma como el fondo. Mi letra es fea, al menos eso creo yo, porque escribo tan rápido como me dicta mi cabeza, pero creo que lo importante es lo que mi letra cuenta.





Una entrevista de Yolanda T. Villar

©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

miércoles, 19 de noviembre de 2014

EL FARO DE UMSSOLA y otros relatos subterráneos de Anamaría Trillo





Hace mucho que troto por el mundo. No es que sea un gato anciano cuyos enormes bigotes blancos caen por la inercia de los años, y aunque estos son la mejor garantía de experiencia y sabiduría, espero tardar aún unos cuantos más en alcanzar tal estado de gracia. Pero si sumo los recuerdos de trotes pasados en las vidas que llevo ya consumidas y les aseguro que ni se cuantas he vivido ya, y por consiguiente desconozco cuantas me quedan mi cabeza y mi sentir son un hervidero de imágenes, sensaciones, instantes, momentos, aromas, sabores…tengo la sensación de que he vivido alternativamente en universos paralelos.

¿Será por eso que soy un vagamundos? Tal vez sean cosas de Gato Trotador, y además…Loco.



“…Tengo algo de fiebre desde hace algunos días. Me siento dolorido o más bien, triste…
¡Cuán profundo es el misterio de lo Invisible! No podemos explorarlo con nuestros mediocres sentidos, con nuestros ojos que no pueden percibir lo muy grande ni lo muy pequeño, lo muy próximo ni lo muy lejano, los habitantes de una estrella ni los de una gota de agua... con nuestros oídos que nos engañan, trasformando las vibraciones del aire en ondas sonoras, como si fueran hadas que convierten milagrosamente en sonido ese movimiento, y que mediante esa metamorfosis hacen surgir la música que trasforma en canto la muda agitación de la naturaleza... con nuestro olfato, más débil que el del perro... con nuestro sentido del gusto, que apenas puede distinguir la edad de un vino.
¡Cuántas cosas descubriríamos a nuestro alrededor si tuviéramos otros órganos que realizaran para nosotros otros milagros!...”

(Fragmento de El Horla, de Maupassant)




El faro de Umssola y otros cuentos subterráneos, es el título de un libro de relatos que firma Anamaría Trillo. Tengo que reconocer que dicho título me atrajo sobremanera, amante de los cuentos y de los relatos misteriosos, la portada del libro me decía que mi gusto iba a ser complacido sin duda alguna, pero ¿Y saciado?
No es que sea tremendamente exigente y puntillosa, pero si soy una empedernida y amante  lectora de relatos oscuros, de esa luminosa oscuridad de la que están dotados los antiguos cuentos victorianos y relatos del romanticismo decimonónico. Yo, que con ocho años leí por primera vez  a Gertrudis Gómez de Avellaneda, y temblé de miedo bajo las sábanas de mi cama mientras leía La ondina del lago azul, reconozco que tengo el listón bastante alto en estos temas, y a golpe de encontrarme morralla buscando tesoros, una se hace desconfiada en este asunto.

Conocedora del estilo narrativo de Trillo, en el que predomina la fluidez y el buen gusto, y con ello me refiero que huye de florituras absurdas y retorcida retórica, es como adornar en exceso a una dama convirtiéndola al final en un esperpento; como decía, lo leído de ella hasta ahora, aunque bien no ha sido mucho, pero si bien disfrutado, me daba garantías de que la decepción no podría ser demasiado grande, si bien, las historias no fueran del nivel que a mí me gusta, de seguro, su estilo narrativo aplacaría el dragón devorador de relatos que se esconde en mis entrañas.

Entonces comienzo a leer el primer relato, el que da nombre al libro, El faro de Umssola, y no necesito más de una página para estar ya enganchada a ese estilo literario que sabía me encontraría. Me acuerdo de Gertrudis, de Becquer, de Maupassant, de Poe, de Hoffmann, de Antonio de Alarcón, Pedro Escamilla…y pienso que estoy sumergida en los cuentos fantásticos de mi niñez y juventud de nuevo. Y me digo: olvídate de todos ellos ahora, esto que tienes entre las manos es realmente bueno por sí mismo.
Y lo logro. Acabo mi primer relato totalmente enganchada al estilo de Anamaría Trillo y enamorada, a la par que fascinada por la historia que acabo de leer. Es buena, me digo, realmente buena. Tiene todo lo que me gusta y más de lo que esperaba. Una noche oscura, un adiós, un temor, dudas,  un joven que necesita respuestas, un anciano que espera las preguntas, un tiempo que parece correr a destiempo y…un Faro. Ya no hay vuelta atrás, solo puedo que seguir leyendo porque el dragón me pide más y más, está satisfecho, le queda saciarse. Aún quedan cuatro relatos más al llegar al final, no hago más que pensar  en que son solo cuatro más, cinco en total, ¿solo? para sumergirme y bucear en los misterios de la noche, de los caprichos del tiempo, de lo fugaz y lo eterno, de lo fantástico e irreal, para volver a la normalidad absoluta…si es que eso es ya posible.

Un libro de relatos que nos llevan de la mano por el mundo que se mueve ondulante entre la realidad y el sueño, entre lo fantástico y lo cotidiano, entre la locura y la dudosa cordura. Historias que nos hacen pensar si lo que vemos es lo que hay, y si lo que hay es solo lo que vemos.
El dragón está saciado. Duerme con la panza llena y sueña con más tesoros que reluzcan entre la morralla. Anamaría, ponte manos a la obra, algo me dice que van a ser muchos más los dragones a los que habrá que alimentar.”



EL FARO DE UMSSOLA y otros cuentos subterráneos
Anamaría Trillo

Blog de Anamaría Trillo


ISBN: 978-84-16216-14-7


Una Reseña de Yolanda T. Villar

©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

viernes, 14 de noviembre de 2014

Artajo: Baluarte del Aceite de Oliva navarro


 Los Llanos, cuna del Aceite Artajo
El otoño es una época del año fabulosa para viajar. El paisaje adquiere tomos pardos, ocres, pajizos,... Los bosques caducos muestran su desnudez y arrojan sus vestidos al suelo casi sin mirar, como los amantes se desprenden de lo que sobra al dejarse llevar por la pasión... Las cosechas de cereales ya se recogieron y en su lugar apenas quedan los rescoldos de un mar dorado de vida espigada.


Cuidado con mimo, el olivo ofrece lo mejor de sí

Hacía tiempo que pensaba en regresar a tierras navarras. En mi última incursión casi alcancé los límites con la frontera francesa, pues apenas distaban unos kilómetros desde los hayedos de Eugi, un coqueto pueblo que descansa a orillas del pantano que le da nombre, y en el que se encuentran las ruinas de su legendaria Real Fábrica de Armas. En esta ocasión decidí quedarme mucho mas al sur, buscando un clima más benigno, ligado a la ribera, a las viñas recién cosechadas, al padre Ebro, a la madurez del fruto de los olivos...


El emblemático edificio de Artajo, obra de Blasco y Esparza

Caminaba hacia Tudela, la segunda capital de Navarra, remontando las aguas del río más caudaloso de España. Entre chopos, álamos y sauces, la fauna que habitaba el soto capturaba mi atención y detenía mis pasos. En una de esas paradas, adheridas a un viejo y caído chopo salvaje, en otra época centinela del transcurso del tiempo y el flujo infinito del agua, encontré un enorme ramillete de setas, de múltiple tronco blanco y boina parduzca, casi negra. Las corté con la ayuda de una pequeña navaja que llevo en mis viajes y las recogí con cuidado. Sin embargo,  me dí cuenta de que no tenía dónde llevarlas conmigo. Me sentía culpable de haberlas arrancado de su morada antes de saber dónde las iba a guardar. En ello estaba cuando escuché unas pisadas que se aproximaban hacia mí caminando entre la foresta, el sonido de las hojas quebrantadas bajo unos pasos cortos y decididos.

La bodega guarda en su vientre el tesoro del trujal

Se llamaba Alberto Arregui, tenía una conversación amena, un semblante bonachón y un cesto repleto de setas que colgaba de uno de sus brazos. Me contó que ya se marchaba a Artajo, que tenía que cocinar para cien personas, y que aquellas setas que guardaba con celo, junto a otras ya recolectadas, formarían parte de un menú muy especial al que me invitaba si le cedía las setas de chopo que yo había guardado. Por supuesto, acepté la invitación y le pregunté por eso que él llamó Artajo.
-Artajo es un trujal de aceite en el que se cosechan hasta once variedades diferentes de aceite ¿Te lo puedes creer? ¡Once! Sus propietarios, alquimistas de la máxima calidad, miman sus olivos durante todo el año, estudian y siguen la evolución de su fruto con inhusitada entrega hasta que éste alcanza la acidez requerida. En ese instante, inician su recolección, rápida y eficiente, y en apenas dos horas, su jugo, un zumo de oliva brillante y potente, con más o menos verdor según la variedad, reposa en unos enormes tinos dispuesto a ser embotellado.

El comedor, listo para recibir a sus invitados

Para llegar al trujal debimos recorrer unos caminos rurales que nos adentraron en el interior de la huerta tudelana. A medida que avanzábamos se dio la circunstancia que nos adentrábamos en un Nilo de olivos partido en dos. Era una sensación agradable, que transmitía paz y nos arraigaba al terreno. En un lateral del camino, como milenarias balizas que nos indicaban la dirección correcta, varios fragmentos de columnas romanas se dispersaban cada centenar de metros recorridos hasta la misma puerta de acceso. Y es que allí, según cuentan, se encontraron a principios de siglo los restos de algunas construcciones romanas, lo que da muestra que aquella era una zona especial para crear un futuro. ¡Y es que los romanos sabían muy bien el lugar que elegían y no lo dejaban al capricho de los dioses!

La finca da la bienvenida a sus visitantes ofreciéndoles un paseo junto a un pequeño lago

El trujal consta de una zona de elaboración, en la que se procesan las olivas desde que entran en las tolvas hasta que lo abandonan siendo ya zumo, y un edificio singular y moderno, destinado a oficinas y bodega de aceite, y salón de catas y banquetes en la primera, con su correspondiente cocina.
Allí, desde el salón, que cuenta con unas privilegiadas vistas a la Bardena Blanca y, en días claros, incluso a los Pirineos, escuchaba a Alberto dar las directrices a su equipo de cocina, que ya se encontraba trabajando en el menú de aquella jornada.

El universo micológico, un mundo por descubrir

Poco a poco fueron llegando los comensales. A medida que lo hacían eran obsequiados con una pequeña degustación de las diferentes clases de aceite que se elaboraban en el año. Poco después hicieron un recorrido por toda la finca, explicándoles la historia del trujal y del aceite, introduciéndoles en los secretos del cultivo, la cosecha y la posterior elaboración de su producto. Finalmente, quince minutos antes de dar comienzo a la degustación del menú micológico, pudieron visitar una abundante exposición de setas ¡más de 100 distintas! Algunas de ellas protagonizaron durante unos intensos minutos la degustación de los platos.

El ocio gastrocultural, una buena alternativa familiar

Alberto Arregui, antes de servir el primero de los platos, agradeció encontrar el comedor lleno, lo que daba buena muestra del interés creciente de la gente por las setas y el aceite de calidad e ntrodujo brevemente los platos que íbamos a tomar, rescatando algunos secretos de su elaboración.

El conocimiento del olivo es la base para obtener el mejor resultado

A decir verdad, no soy muy dado a los menús degustación porque incluyen tantos platos que me resulta del todo imposible acabarlos y me siento culpable por no poder corresponder el esfuerzo del equipo de cocina. Sin embargo, en esta ocasión, bien merecía la pena intentarlo. Y es que todos, sin excepción, rayaron a un nivel muy alto, desde las croquetas de setas al helado ¡por supuesto, de setas!

 Algunos de los platos del suculento menú

Al final de la jornada, buena sobremesa con los compañeros de mesa, mejor tarde de paseo entre los olivos y el agradecimiento expreso tanto a las familias propietarias de Artajo como a todas las personas involucradas en que aquel día el maridaje gastronómico entre el aceite y la seta resultase perfecto. ¡Y me dijeron que hay más jornadas diferentes a lo largo del año: dedicadas a la verdura, a la caza...! ¿Alguien puede negarse? Quién lo probó, sabe que es imposible.


Alberto Arregui y su extraordinario equipo de cocina



ACEITE ARTAJO

Autovía A-68, Km. 102, 31512 Tudela - Fontellas (Navarra)

El Blog de Alberto Arregui
 http://micogastronomia.blogspot.com.es/


UN ARTÍCULO DE
 Santiago Navascués

©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS