miércoles, 15 de octubre de 2014

I FESTIVAL DE CORTOMETRAJES DE ALFARO

 
Suele ocurrir que las cosas más importantes que nos ocurren, aquellas que nos regalan pequeños instantes de felicidad, suceden de manera inesperada, sin previsión. A menudo no nos alcanzan en lugares imponentes o soñados como podría ser junto a la orilla del río Sena, al atardecer, con un sol en el horizonte acostándose entre los brazos de forja de la Torre Eiffel; más bien al contrario, ocurren en la cocina de casa, en el parque del barrio, bajo la luz de una farola que no termina de cebar como debería. Pero nos ocurre con la persona adecuada, a la hora precisa, a veces sin esperarlo. Y es entonces cuando nos damos cuenta del relativo valor de las cosas, y de la enorme pérdida de tiempo que supone empeñarnos en amasar montañas de posesiones, en recorrer antes que nadie de nuestro entorno los destinos más exóticos que nos venden en televisión, en tener el coche más caro, la casa más grande y la cuenta corriente más abultada a este lado del rellano de la urbanización en la que vivimos.
En el cine ocurre algo parecido. Nos dejamos llevar por las grandes superproducciones procedentes del lado yanki del océano, apabullándonos por sus cifras mareantes, sus efectos especiales, sus estrellas... Y, sin embargo, no son pocas las veces que salimos de la sala de cine con una rara sensación de vacío, que por supuesto ocultamos para evitar el ridículo social, porque esa película que acabas de ver no te ha aportado nada que vayas a recordar como realmente intenso ni siquiera diez años después.
Por suerte, no todo en este mundo es la megalomanía, y la industria del cine también tiene sus pequeños artesanos: locos y osados hombres y mujeres, noveles o no, que arriesgan su esfuerzo y su dedicación con el único propósito de materializar su sueño y exponerlo al público.
El pasado fin de semana tuve la fortuna (pues no deja de serlo en este país que castiga y desprecia su Cultura, como el mediocre que castiga y desprecia lo que no controla, lo que se le escapa de las manos) de poder asistir en Alfaro al I Festival de Cortometrajes, evento que va de la mano de CortoEspaña.
Se trata de una selección de dieciocho cortos creados y rodados en España, que será expuesta de manera itinerante en varias ciudades españolas, cuya duración oscila entre el minuto y los dieciocho minutos, y en los que cada director propone, a través de diferentes cauces ( la tragedia, el drama, la comedia,...) su particular mirada del ser humano, su condición y aquello que lo condiciona: el amor, la muerte, la amistad, la familia, el miedo, la duda, la violencia...
De un modo acertado, la organización deja a la elección del público asistente la selección del mejor corto de los proyectados, haciéndolos partícipes del festival de manera activa otorgándole el papel de jurado. Para ello, durante los dos días se facilitaron unas papeletas que recogían los nombres de los cortos junto a una tabla de valoración, de una a cuatro estrellas. Una vez finalizado, y tras el pertinente recuento de votos, el corto que más estrellas acumule se alzará con el premio del público y será recompensado con su visionado en la gran gala final que se celebrará en Madrid a finales de año.
Mucho público joven, buen ambiente y el deseo de que propuestas como estas tomen fuerza y se mantengan en el tiempo es el grato balance que arroja el I Festival de Cortometrajes de Alfaro. Y es que en el cine y en la cultura, como en la vida, la calidad siempre se abre paso, dinamiza y hace ciudad, país y mundo.


UN ARTÍCULO DE
 Santiago Navascués

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