jueves, 22 de agosto de 2013

Sagunto. Segunda parada. El Teatro Romano


El día en Sagunto no podía ser más satisfactorio de lo que ya era. Un sol radiante, buena compañía, recuerdos de niñez a flor de piel, y apenas gente visitando las ruinas lo que nos permitía a mi compañero y a mí, disfrutar casi por entero y a solas de estos magníficos pedazos de historia, de la Historia Grande de Arse. Cómo estaba disfrutando de esta pequeña excursión.
La hora de la comida ya estaba más que cerca, mi estómago diría que esta ya pasó hacía un buen rato, pero me resultaba imposible satisfacer sus ganas sin entrar de nuevo, como hacía años, en el Teatro ¡si estábamos en la misma entrada! ¿Cómo marcharnos sin sentarnos en las gradas, observar imaginativos el escenario y empaparnos del espíritu que reinaba entre sus piedras, las de entonces y las restauradas ahora? Imposible. Así que mi simpar fotógrafo y yo decidimos disfrutar en silencio y prácticamente solos (a excepción de unos gatos que pululaban por gradas y escenario, y es que parecía que en esta ciudad hasta los felinos llevaban la historia y el arte en los bigotes) de tan magna obra y tan artístico espíritu.
Las fotos hablan por sí solas. Esta trotera se había vuelto a quedar muda ante tan apabullante construcción. Ninguna historia podría en todo caso hacer sombra a este instante grabado en la retina. Ni en una buena foto. Otra vez será. 
“Me ha costado mucho despedirme de mis nuevos amigos, conquistados y conquistadores, héroes todos para mí, pero he de aprovechar antes de tomarme mi merecido descanso y mover el bigote con algún buen llantar de la zona, para visitar el Teatro Romano ¡Y es que yo siempre he tenido alma farandulera y ademanes tragicómicos! hubiera sido un gran actor ¡lo que hubieran ganado las obras de Eurípides en mi gatuna persona! que talento tan desaprovechado el mío…o tal vez es que me equivoqué de época. Pudiera ser.
Desde lo alto de las gradas, desde las más altas, las que formaron parte tantos siglos atrás del Teatro original, se tiene una vista casi de pájaro sobre el escenario ¡que magnífico tuvo que ser en sus mejores tiempos! incluso ahora, reformado, sigue destilando aromas del pasado. Y voces. ¿Qué es ese griterío que asciende desde el coro hasta esta mi alta grada? ¡Qué escándalo! Tres gatos maulladores están en el escenario enzarzados en lo que parece una discusión o al menos un desacuerdo de pareceres. Y cada uno parece encabezar a un grupo de mininos, algo alborotadores también. Bajaré a ver qué es lo que pasa. Curioso que es uno, para eso es Gato, si fuera perro, movería el rabo. Miau.
En un rincón de las antiguas gradas superiores, observo a un gato de grandes bigotes, orondo y vejete, pardo y con evidentes señales de peleas antiguas. Mira al horizonte, en dirección contraria a la grada, parece que le interesa poco lo que sucede en el escenario, y más bien se diría que otea en busca de quién esté por llegar. Demasiado sumido en sus pensamientos y espera como para molestarle con mi presencia. Bajaré al escenario, la curiosidad me está matando. 

«Uno animo omnes socrus oderunt nurus» 

-¡No no no! ¿Quién crees que eres, el locuaz y astuto Parmenón o la singustos de Filúmena? –gritaba un gato negro de grandes ojos oscuros como un pozo − ¡Deberías dedicarte a rascarte las pulgas todo el día, que es lo que mejor sabes hacer! que desastre de actores. 

«Lupus est homo homini, non homo, quom qualis sit non novit» 

−¡Ese actor es mío, ladronzuelo de poca monta! –gritaba alto y con maullido grave un gato gris aunque de lomo y morro blanquecino, tanto este último que parecía tener barba en lugar de bigotes− ¡Deja tranquilo a mi Júpiter para que seduzca a la bella Alcmena, antes de que llegue su esposo! ¡Actores que se venden al mejor postor! ¡Traidores!

«Quot homines, tot sententiae; suus cuique mos»

−¡Por todos los dioses del Olimpo! ambos sois unos desvergonzados y unos aprovechados ¡Yo contraté a los actores para que representaran una de mis grandísimas obras! no como las patochadas que escribís vosotros. Tú,Terencio el Berebere, y sus absurdas representaciones ¿Qué tiene de interés una Suegra para que se le dedique una obra? Absurdo. Y tú, Plauto, el Gran Plauto y sus retruécanos, chistes y parodias anodinas. Ninguno tenéis ni idea de lo que es ser un dramaturgo. No como yo, Livio Andrónico, escritor épico.
Y este último gato pareció quedarse bien ancho al pronunciar estas palabras. Los otros dos le miraban con recelo y hasta con cierta animadversión, diría yo. Pero el que se hacía llamar Livio Andrónico, no parecía en absoluto amedrentado por las aviesas miradas de los otros dos.
−¿Tú un gran dramaturgo? poeta escaso ¡Pero si ni siquiera utilizas los Hexámetros Dactílicos en tus obras ¿Te crees más que nosotros por escribir en Saturnio? lo que eres es un pedante –dijo Plauto.
−¿A quién le puede interesar hoy en día una obra épica sobre Achilles, Hermiona o los Equos Troianus? estás fuera de onda Livio ¡Hay que modernizarse, abuelete! –rió Terencio.
Al reparar en mi curiosa presencia, los tres irascibles escritores decidieron utilizarme cual Paris en La Manzana de la Discordia, eligiendo a la más bella entre las bellas y salvando las distancias y fácilmente mejorando lo presente, me sentí metido en un buen apuro. Es innegable la maestría de Terencio-Hera en sus obras, siendo LA SUEGRA, mi favorita sin duda. Pero no puedo obviar la genialidad de Plauto-Atenea en sus comedias de enredo, tan cinematográficas hoy en día; sus chistes, sus parodias, sus bufones, sus retruécanos ¡No me he reído ni nada con SU SOLDADO FANFARRÓN Y SU AULULARIA! ¿Y cómo negar el talento y la majestuosidad de las épicas obras de Livio-Afrodita? me gustó mucho leer sus ANDRÓMEDA Y GLADIOLUS.




Ya me veía en mi propio Juicio de Trotero-Paris, así que decidí tomar el camino del medio, y no mediar en camino alguno, pues acabaría como el de Morón, y ese no era Gato, sino Gallo.
−Imposible elegir, mis queridas señoritas, digoooo, mis queridos caballeros –casi meto la pata−tres grandes escritores y dramaturgos Romanos como ustedes, que han llenado teatros y palacios con su arte, su genio, su talento, su creatividad, su buen hacer y su magnífica presencia ¿cómo elegir entre artista y humano? ambos perspicaces, espléndidos, extraordinarios, de la misma manera que no se puede separar alma de cuerpo, no se puede elegir entre lo más excelso y granado.
Dominando unos el Hexámetro siempre entendible y a la vez peculiar, y siendo señor del Saturnio, culto y elegante, a la par que hermoso y eterno, el otro. Tres grandes maestros, para una gran escena. Por pequeña que esta fuera, enorme la harían tres ingeniosos artistas y por grande que se imaginara, cómoda y confortable igualmente la tornarían semejantes intelecto –e hice una reverencia llegado a este punto.
−¡Este es seguidor de Eurípides, Sofocles y el resto de la vieja escuela, sin duda! malditos griegos, que siempre creen inventarlo todo y estar delante nuestra –exlamó Afrodita, es decir, Livio−¡Pero me gusta lo que ha dicho el blanquinegro! tiene mucha razón en ello, sus palabras están llenas de certeza. Tan solo le ha faltado añadir que soy el Creador de una gran Institución, LA ESCUELA. Afrodita va mucho con mi belleza sin parangón, Gato travieso…
No pude evitar dar un respingo ¡Rebigotes que este Livio nos ha salido atrevido!
−Bueno, los de la vieja escuela tampoco son tan rechazables, cada uno tuvo su tiempo. Pero nosotros no hemos copiado nada de los griegos, hemos, “romanizado” –añadió Plauto− Y también se ha olvidado decir sobre mí este guapo vagabundo, que nadie como yo dominó LA CONTAMINATIO, el arte de mezclar dos obras o más en una sola. Bribón.
Un nuevo respingo. Uno sale de su casa y nunca sabe lo que se va a encontrar, pero es que tengo un sex-appeal, que no se puede aguantar. Mira que soy guapo.
−¡Vale! lo admito, este seguidor de Eurípides tiene razón. Somos los mejores ¡Y pensar que casi os araño por esto! ¡Un abrazo en grupo, chicas, digo, caballeros! –dijo Terencio−Pero no has dicho nada de mis Paremias, género que dominé como ninguno. Te perdono por tener esos ojazos, negro.
Nada, que voy a tener que ir al veterinario a ver si me da algo para aplacar esta furia atrayente que despierto con mi mirada, mis bigotes y mi perfil apolíneo. Al menos se pudo evitar que la sangre llegara al río y las zarpas al morro, y aunque los tres genios decidieron seguir con sus ensayos repartiéndose los actores, algo me decía que tarde o temprano, los Egos volverían a verse los bigotes...
Me marchaba ya en busca de algo que llevarme a los colmillos, cuando el gato curtido por mil batallas que se hallaba en las gradas altas, pareció verme por primera vez desde que llegué al Teatro. No sé que le empujó a venir hacia mí, pero algo lo hizo y fuera lo que fuera parecía que se trataba de un cohete puesto en salva sea la parte, pues bajo raudo y veloz, mucho más de lo que hubiera imaginado en un gato de su edad, a mi encuentro.
−¿Sois vos, majestad? –me dijo− ¿Alfonso? ¿Habéis llegado al fin a esta vuestra última morada? ¿Sois vos?
−Siento defraudarle, amigo, pero ni soy Alfonso, ni tengo nada de real. Vagamundo y Trotero soy, de hecho, así me llamo.
−Pensé que al fin, tras tantos años, Él había vuelto en espíritu a reunirse conmigo aquí, en el lugar que su sueño, el mío, el de tantos, se hizo realidad. ¿Dónde “estás” Alfonso XII, donde estás triste de ti…? –canturreó el anciano−Si le ve, dígale que Arsenio le sigue esperando.
−¿Arsenio? ¿Martínez Campos? –pregunté incrédulo−Siento decirle que la restauración borbónica no salió como usted esperaba…si yo le contara…pero tranquilo, si le veo, yo le digo.
¡Hasta más maullar amigos! General…
Mi estómago me anunciaba que la hora de la manduca había llegado, y uno, aún Trotero y Vagamundo, gusta de seguir las costumbres y protocolos a la hora gustar de viandas y buenos caldos.
Que ustedes lo maúllen bien. Este Gato, tras llenar su estómago y afinar sus bigotes, seguirá su trotar. Por cierto, se me había olvidado decirles que los tres dramaturgos me ofrecieron un pequeño papel en cada una de sus representaciones ensayadas; pero tuve que declinar tan irresistible oferta, el tiempo es oro y el día pasa.
Además yo siempre quise ser…La Medea de Eurípides. “




TEATRO ROMANO DE SAGUNTO
C/ Castell s/n
Télf.: 962665581 Fax: 96266558

FOTOGRAFÍAS: Santiago Navascués Ladrón.
TEXTO: Yolanda T. Villar.

©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

domingo, 18 de agosto de 2013

Sagunto. Primera parada: El Castillo



Los simpares viajeros vuelven a estar en ruta. Ser un “ vagamundo” es lo que tiene, uno siempre quiere tomarse un buen descanso tras un largo viaje, recuperar fuerzas, organizar material, ordenar ideas, disfrutar de la tranquilidad de tu casa y de la compañía de tu familia ¡Si, es un buen plan!
Pero a los pocos días de tan firme propósito, unas etéreas mariposas empiezan a batir sus alas en el estómago, produciendo un pícaro cosquilleo que se propaga en cada gota de sangre que corre por las venas; y ya no se puede parar. Es la emoción que produce la perspectiva de una nueva aventura ¿Qué viaje no lo es? Y estos viajeros, además de simpares y troteros, somos  unos ansiosos  aventureros; cada camino, un lugar, cada lugar, una docena de personas, cada docena de personas, miles de historias, y cada historia, una aventura para el corazón y un bálsamo para el alma.
Estos “vagamundos” necesitaban su bálsamo para aliviar su trotera enfermedad. Esta vez, el virus, se llamaba: SAGUNTO.



Un viaje más corto de lo habitual, pero ya sabemos todos, que  lo bueno si breve, dos veces bueno. Esta trotera  solo pretendía pasar un día como los de antaño, aquellos días de excursión de colegio y bocadillo en la mochila, días de sol y canciones en grupo, días de cuadernos y lápices del número dos. Días de excursión y buenos amigos.

Días de niñez y bellos sueños.

Quería compartir con mi simpar compañero de viaje un lugar tan hermoso como este y unas experiencias tan inolvidables, si bien no los fijaría en su memoria una trepidante imaginación infantil, si lo haría la perspectiva de una ciudad histórica vista a través de un objetivo fotográfico subidos a lo alto del Castillo. Que día más maravilloso nos esperaba. Y yo me quedé sin palabras en cuanto cruzamos la ciudad y subimos hasta las ruinas del castillo. Los recuerdos se me agolpaban en la memoria ocupándolo todo y no dejando espacio para la crónica…¿Qué íbamos a hacer? bueno, pues en esta ocasión, disfrutar del entorno en silencio y admirar a la vuelta las fotografías de Santiago.




Un reportaje fotográfico sería estupendo por esta vez. Y nos dedicamos a disfrutar del soleado día en Sagunto.

−¿Aquel gato blanquinegro que nos mira desde lo alto de una parte de la muralla, no te resulta familiar? –dije sin estar segura de lo que decía− ¿No es demasiado parecido a Trotero?
−¿Qué posibilidades hay de que un gato salga de casa, entre en el garaje, se suba al coche y no haga ruido en todo el camino para no ser descubierto? –contestó Santiago−se que crees que tu gato es listísimo, pero no tanto. Además todos los gatos se parecen, y los blanquinegros más todavía. Disfruta del panorama, anda. ¡Que el gato nos ha seguido y está mirándonos desde la muralla! tu imaginación no tiene límites. Venga y camina, Trotera.



Prima Saguntinas urbarunt classica portas
bellaque sumpta viro belli maioris amore.

−Por fin han dejado de mirarme esos dos controladores ¿No puede un gato libre y sin ataduras familiares, trotar a sus anchas? hacía tiempo que necesitaba campar a mis anchas y dejar  mis huellas por lugares tan mágicos y emblemáticos como este. Trotero es mi apellido, Gato mi nombre, Aventurero mi condición.  Escapista, mi hobby.



No había hecho nada más que llegar, cuando vi que no era el único” trotero” que iba dejando sus huellas por el Castillo; a unos pasos de mí, disfrutando del sol sobre otra parte de la muralla, se encontraba un gato viejo, atigrado y gris cano, que parecía  más dormido que despierto, casi muerto, pues no movía ni el rabo a pesar de estar disfrutando de unos rayos de sol la mar de cálidos. Me acerqué cautelosamente al viejo atigrado, husmeando el inerte cuerpo gris, aunque no tenía ni la más remota idea de a qué huele un gato muerto.

−¿Se puede saber que bigotes estás haciendo, forastero? –maulló de repente el viejo atigrado−no me gusta que me husmeen mientras compongo mis poemas.
El viejo se puso en pie con una agilidad inusitada para un gato de su edad, que cualquiera que fuera, debía ser mucha, pues sus bigotes eran larguísimos y blancos como luz de luna. El poeta dijo llamarse Silio y venir de lejos, pero que llevaba tanto tiempo aquí, que había olvidado el nombre de su lugar de origen. Era realmente curioso este gato poeta, extraña manera la suya de hablar, refinada, culta y en ocasiones demasiado rebuscada para mi gusto, claro que como yo no soy poeta, sino prosista, no termino de dominar las figuras retóricas y los latinismos ¿latinajos tal vez? me costaba entender en ocasiones lo que el viejo me contaba. Me preguntó si era admirador de Virgilio, el mejor de los poetas de todos los tiempos, pues él no solo mostraba admiración sino que sentía auténtica reverencia por el poeta latino. Temo que le desilusioné, o al menos se sintió algo defraudado cuando le dije que apenas conocía el trabajo de Virgilio, y que yo era más de los románticos decimonónicos como Espronceda o Bécquer, incluso de Byron y Baudelaire.




Giró en redondo y comenzó a andar sobre las murallas del Castillo, no sé si debería seguirle o no, pues ni me dio señales de una cosa ni de la otra, pero dado que nuestra conversación no se había dado por finalizada, me pareció de mala educación marcharme en dirección contraria sin más. El viejo miró a sus espaldas y al verme seguirle me dijo que la poesía era la voz del alma, la prosa tan solo es un susurro. Callé, no quise decir nada inconveniente, bueno, ni siquiera sabía que decir al respecto, la verdad. Y seguí a mi involuntario Cicerone por su trotar sobre la muralla.

Tras un rato deambulando sobre las ruinas del Castillo, bajamos hasta un cuadrángulo que según me dijo el poeta, se trataba de la antigua Plaza de Almenara, hoy a penas se podía ver más que unas piedras caídas pero antaño, se trató de una de las plazas con más trasiego del castillo, sobre todo en época íbera. Era culto el viejo, no cabía la menor duda. De ahí fuimos charlando animosamente por el resto del recinto Este del Castillo, de plaza en plaza, de estancia en estancia, mientras el atigrado poeta me contaba que la ciudad de Sagunto fue conocida por los íberos como ARSE, ciudad de origen Zacynthio y Ardeatino.
¡Qué cosas! exclamé yo. Pero la verdad es que no entendía nada de lo que mi interlocutor me contaba, aunque parecía tan cargado de razón. En ocasiones, su felina mirada parecía retroceder en el tiempo y evocar imágenes y palabras antes vistas y dichas, como rememorando tiempos pasados ¿Cuántos años tendría este viejo atigrado gris? su mirada era todo un enigma, pero su edad, un misterio…



Intarto sancit iaculo figitque per arma
stantem por muro et minitatem vana Caicum

Entrábamos en la plaza de la Conejera, cuando otro gato, este más joven y de aspecto atlético, se acercaba a nosotros mitad sorprendido mitad curioso, pues sin duda no esperaba encontrar a Silio en compañía de blanquinegro desconocido; sin embargo saludó amistosamente aunque con mucho respeto al viejo, bueno, y a este Trotero, pues en ningún momento el joven gato rubio y blanco fue grosero y antipático conmigo. Al contrario, a pesar de no conocerme, enseguida entabló conversación conmigo y no tuvo ningún reparo en continuar con las explicaciones que Silio me daba sobre la antigua ciudad de Arse.
El joven gato se llamaba Caicus, dijo ser saguntino de nacimiento y por línea ancestral, pues ningún antepasado ni descendiente suyo había sido de otro sitio; aunque su familia había sido siempre gente de campo y pastoreo, él se había decidido por el ejército, más por defender el sitio que por atacar lugares. ¡Un héroe nuestro Caicus, un héroe! –decía Silio. El orgullo de Arse, la herencia de Sagunto.




La conversación era realmente interesante y entretenida, nunca hubiera imaginado este gato que una ciudad valenciana, hubiera sido en la antigüedad centro y vaso sanguíneo del comercio, punto estratégico político y baluarte de poder y gloria. Sagunto. El  Morvyter musulmán, Murviedro valenciano. Siempre Arse, la grande y la gloriosa. En esta conversación estábamos, cuando ya acercándonos a la Plaza de los Estudiantes, junto a la sombra que da el edificio del  Antiquarium Epigráfico −en el que se conserva la colección epigráfica más completa de la Península ibérica− se hallaban un grupo de gatos que andaban en rencillas y trapicheos, y parecían capitaneados por un gran gato negro tuerto, que miraba al mismo tiempo, con su único ojo, a la banda descontrolada de gatos y a estos tres tertulianos.



Necnon totus adest vesper populique reposti.
Cantaber ante omnes, hiemisque aestusque famisque
Invisctus palmamque ex omni ferre labore.

−Ten cuidado con estos –dijo Silio−no son más que alborotadores y buscabullas. El negro tuerto, es el General Sidonio, el azote de la ciudad de Arse; el ojo que le falta, es obra de Caicus…de ahí su animadversión por él y todos los saguntinos. No tiene escrúpulo alguno, es un tirano y un asesino. Y junto a él están sus secuaces, muchos de ellos son de la tierra, traidores y sicarios, una pandilla de brutos asesinos.



Ahí está el feroz Bostar, blanco como la nieve por fuera y oscuro como boca de dragón por dentro; uno de sus más fieros guerreros, e Hiberus, el pardo de orejas negras, otro de sus más terribles soldados. Ten cuidado, pues aunque hace mucho ya de esos hechos, bicho malo nunca muere, el cuerpo se va, pero el alma permanece.

Admovet abrupto flagrantia foedere ductor
Sidonius castra et latos quatit agmine campos.

Entramos a descansar de nuestro paseo y a dialogar sobre nuestras cuestiones a la plaza de los estudiantes, donde parecían esperarnos, bueno, en realidad esperaban ansiosos al poeta Silio, un grupo de nutridos gatos, ávidos por saber y aprender del maestro. Caicus dijo que eran sus más fieles amigos y soldados, saguntinos de pro y Ársenos de honor: Hostus y Pholus, el gran Metiscus, Lygdus y Durius, el rubio Galaesus , los gemelos Chromis y Gyas. Llega entonces Daunus, y todos gritan ¡Cuéntalo de nuevo Daunus, vuelve a narrarnos palabra por palabra tú gran discurso ante el furioso Sidonio!¡Que lo oigan de nuevo en todo Sagunto!



Y Daunus, situándose sobre un saliente de la muralla junto a la plaza dijo:
No es esta ciudad tiria construída por manos femeninas y comprada con dinero, no es este el litoral de gran extensión de arena concedido a los exiliados: debes ver aquí unos cimientos construidos por los  dioses y unos aliados de Roma.

Y  no hubo gato que no aplaudiera y vitoreara a Daunus y su discurso. Creo que empezaba a entenderlo todo, este Trotero llevaba algún tiempo sospechándolo, pero ahora no tenía duda. Nada era lo que parecía, y nadie quien aparentaba.  A oídos de Sidonio y sus secuaces llegaron sin duda estas palabras, cosa que no pareció sentar muy bien, pues todos ellos se alteraron sobremanera y fue necesario que el General Sidonio, momentáneamente, pusiera orden a tanta algarabía. 




Trotando por el resto del Castillo, subimos sin dejar de hablar y dialogar, ahora acompañados por aquellos entusiastas estudiantes, hasta la parte más alta de la muralla, al Oeste del castillo, desde dónde se veía toda la ciudad casi a vista de pájaro. Cerca nos seguía una gata Carey, realmente hermosa, podría decir que de belleza helenística, ya no era una gata joven, pero su belleza relucía más allá de sus enigmáticos ojos verdes. Parecía seguirnos sin embargo no daba la sensación de que reparase en nosotros, como si su mundo no fuera de este mundo, como si sus pensamientos no fueran de este tiempo…que bella era. Que bella.

Sic ille, at Cirrhaei sanguis Imilce,/ Castalii cui materno de nomine dicta/Castulo Phoebi servat cognomina vatis,/ atque ex sacrata repetebat stirpe parentes;/tempore quo Bacchus populos domitabat Hiberos,/ concutiens thyrso atque armata Maenade Calpen. /Lascivus genitus Satyro rymphaeque Myrice, /Milichus indigenis late regnabat in oris/cornige ram attollens genitoris imagine frontem/hinc patriem clarumque genus referebat Imilce/barbarica paulum vitiato nimine lingua.



Era Imilce, la mujer de Sidonio, según me dijo Silio. Tan bella como enigmática, de truculenta historia pasada y misteriosa vida presente. Siempre fiel a Sidonio. Siempre fuerte ante Roma.

Me despedía de mis amigos llegada ya la hora de partir en busca de nuevos trotes por tan maravillosa e histórica ciudad, volvía mis ojos para retener en mis pupilas tan inolvidables momentos y magníficas ruinas, cuando el tuerto Sidonio se aproximó hasta mí seguido por Imilce y el resto de sus muchachos, que se mantenían a una distancia prudencial de su General. Debo reconocer que me temblaban desde el rabo hasta los bigotes, pero me mantuve firme y le miré fijamente a los ojos.

−Sidonio me llaman los Saguntinos y romanos, Aníbal es mi nombre, General cartaginés, el verdadero héroe de esta historia ¡De todas las historias! el más grande, y no siempre el más fiero, mi fama de feroz es apócrifa, solo Silio así me dio a conocer. No es feroz el que lucha por lo que cree y el que demuestra su gloria y dignidad en la batalla. Yo, Anibal, el cartaginés, el azote de Roma, el vencedor de Sagunto. Aunque encontrara la ciudad carbonizada y ardiendo entre llamas cuando entré a conquistarla al fin. Ferocidad la de los saguntinos que quemaron su ciudad con ellos dentro para no dejarla en manos del invasor. Fiereza mi querido blanquinegro, eso es verdadera fiereza.
Arse, la imprescindible, pero abandonada por Roma. Ellos fueron quienes la destruyeron dejándola a merced del enemigo. La batalla acabó. El tiempo pasó. Mi espíritu y el de todos los que aquí  lucharon entonces, regresaron para vivir eternamente en la ciudad que no quiso que viviéramos juntos en ella.  Se lo que ves, Gato, pero Yo soy lo que queda dentro, lo que flota en el ambiente, lo que ven los ojos cerrados. Soy Aníbal y este es mi ejército sitiador de Sagunto. Todos, todos somos Arse.


Así marchó el tuerto, el General. Así se quedaron Silio el poeta y compañía, dormitando en las murallas del  Castillo, bajo el sol del mediodía. Así marché yo, el Trotero, el que buscando aventuras, se encontró con la Historia. El blanquinegro vagamundo.

Tandem condensis artae testudinis armis
subducti Poeni vallo caecaque latebra
pandunt prolapsam suffossis moenibus urbem.
(PUNICA, de Silio Itálico. Poema sobre la segunda Guerra púnica)”


 El mediodía se alzó sobre nuestras cabezas, era el momento de bajar del Castillo de Sagunto. Una excursión como las de antaño, tan solo nos faltó cantar en el autocar, aunque por momentos me pareció oír las viejas canciones de colegio en voces infantiles…sin duda este lugar era mágico. Tenía un no sé qué, que te envolvía y embrujaba.
Disfrutad de las fotos, en otra ocasión, os traeré una bonita y curiosa historia…en otra ocasión.





CASTILLO DE SAGUNTO

Calle vieja del Castillo 23
46500 Sagunto (Valencia)



FOTOGRAFÍAS: Santiago Navascués Ladrón.

TEXTO: Yolanda T. Villar.


©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

martes, 13 de agosto de 2013

EL NOMBRE DE LA ROSA- XIV Festival de Teatro Clásico de Olite


El saber siempre ha sido un arma valiosa, una joya que los hombres más poderosos de todas las épocas han querido atesorar y poseer porque, con el de su lado, los problemas se ven más pequeños. Durante siglos, las grandes fuentes de conocimiento estaba al alcance de unos pocos, que por supuesto se hacían dueños de él y lo aprovechaban en su propio beneficio.
En la Edad Media, época de gran esplendor religioso (y, en paralelo, de oscuridad cultural) esas fuentes del saber permanecieron custodiadas al servicio de los reyes en unos pocos monasterios repartidos por la geografía europea. Los moradores de esos centros del saber se convertían en verdaderos guardianes del conocimiento tolerado, pero también en custodios de lo prohibido.


No hay dos sin tres.
El nombre de la Rosa, desde su publicación en 1980, alcanzó unas cotas de éxito muy considerables. Un año después se alzó con el más prestigioso premio italiano, el Strega, y al siguiente hizo lo propio en Francia, consiguiendo el Médicis Extranjero.
En 1996, Jean Jacques Annaud dirigió a Sean Connery en la adaptación de la novela, convirtiéndose, sin remedio, en una de las películas que más público llevó a las salas de cine en aquel año.
Así las cosas, resultaba extraño que hasta la fecha nadie se hubiese atrevido a llevar sobre un escenario esta atrapadora historia de asesinatos, herejías y miedo.
Pues bien, tras varios intentos que no terminaron de cuajar en años anteriores, se han unido cuatro compañías (Ados Teatro, Tres Tristes Tigres, Al Revés Producciones y La Nave Producciones) para dar luz a este nuevo éxito que ha comenzado a dar sus primeros pasos (tras su excelente acogida en el Festival de Teatro Clásico de Cáceres) en el escenario de La Cava de Olite.


La mayoría del públicó que llenó el aforo de Olite, o había leído la novela o había tenido la oportunidad de ver la película. Algunos, incluso ambas cosas. Es por ello que el argumento, que narra los sangrientos sucesos que se desarrollan en una abadía benedictina enclavada en los apeninos italianos en el siglo XIV en medio de una disputa teológica de primer nivel, no iba a sorprender a nadie. Lo interesante para el espectador era, en este caso, apreciar los nuevos matices que el teatro podía redescubrirle en forma de gratas sorpresas.
El gran acierto de Garbi Losada, directora del montaje y encargada de su adaptación junto a José Antonio Vitoria, es convertir al libro que mata en el verdadero protagonista sobre el escenario. Es sabido que, en la historia original, todo aquel que se imbuye en la lectura de la Poética de Aristóteles, ejemplar que se creía perdido, muere irremediablemente por causas indescifrables. Dicho libro se presenta ante el espectador en un formato colosal y fraccionado de manera articulada en varias partes para dar vida a los diferentes escenarios en los que se desarrolla la historia: los exteriores de la abadía, la biblioteca, las cocinas, el scriptorium...
El segundo acierto ha sido condensar las más de setecientas páginas de la novela de una forma dinámica sin restarle profundidad a la historia que trata de representar. Así, las cuestiones sobre las que se cimenta la novela (la confrontación entre el pasado oscuro y el futuro lúcido que está por llegar, el cisma teológico abierto en el seno de la iglesia Roma-Avignon, la extrema pobreza del campesinado, la homosexualidad del clero, la accesibilidad del conocimiento, la herejía...) se mantienen inalterables.
Y el tercero ha sido reunir un elenco de actores que estuviesen a la altura de la novela. Encabezados por un gran y sobrado Karra Elejalde como Guillermo de Baskerville, y junto al reclamo de Juán José Ballesta como Adso de Melk, el joven novicio que acompaña a Guillermo, el resto de componentes componen unas interpretaciones tan soberbias que hacen olvidar por completo a los actores que interpretaron a los distintos personajes en las películas y que, de manera inconsciente, nuestro cerebro a menudo suele recurrir como método de comparación para determinar y categorizar la novedad. A destacar las interpretaciones de Cipri Lodosa (la iglesia ciega, torpe y sumida en el inmovilismo), Koldo Losada (el deforme aislado y sin sentido que todo lo ve), y sobre todo de Pedro Antonio Penco (memorable y sobrecogedor hereje autoinculpado).
Al final de la obra, los actores pidieron que cesasen los inagotables aplausos con los que el público quería premiar al equipo completo. Cuando se hizo el silencio, y al tiempo que se proyectaba sobre el libro una imagen de Javier Leoni, tomaron la palabra y dedicaron la función a su compañero, recientemente fallecido tras padecer una enfermedad que acabó con su vida días antes del estreno previsto en Olite. Éste se pospuso hasta el último día del Festival con la intención de que Javier se recuperase, pero finalmente empeoró y pasó a morar en la eternidad.
Javier Leoni tuvo la suerte de participar en un proyecto arriesgado y difícil, pero muy enriquecedor y atractivo. A buen seguro que allí donde esté acompañará a sus compañeros en cada ensayo, y unirá sus brazos a los del resto de artistas sobre el escenario al final de cada función. Los aplausos batirán muy alto, allí donde moran los grandes.






EL NOMBRE DE LA ROSA


AUTOR
 Umberto Eco
Adaptación de José Vitoria y Garbi Losada

DIRECCIÓN
 Garbi Losada
REPARTO
KARRA ELEJALDE (Guillermo de Baskerville)
JUAN JOSE BALLESTA (Adso de Melk)
PEDRO ANTONIO PENCO (Remigio da Varagine y otros)
DAVID GUTIERREZ (Abad Abbone)
CIPRI LODOSA (Jorge de Burgos)
JORGE MAZO (Malaquías de Hildesheim y otros)
KOLDO LOSADA (Salvatore)
JOSE MARIA ASIN (Ubertino da Casale y otros)
JAVIER MERINO (Berengario da Arundel y otros)
CESAR NOVALGOS (Severino da Sant´ernmerano y otros)
INMA PEDROSA (Joven Mendiga y otros)


COMPAÑÍA
ADOS TEATRO
TRES TRISTES TIGRES
LA NAVE PRODUCCIONES
AL REVES PRODUCCIONES

Más información


TEXTO E IMÁGENES: Santiago Navascués

©TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS

jueves, 8 de agosto de 2013

¿Tu también, Bruto?- XIV Festival de Teatro Clásico de Olite


Que la complejidad del ser humano es tan amplia como la gama de colores que va del blanco al negro es cosa sabida y estudiada por el hombre desde el principio de los tiempos. Tal es así, que un mismo hombre puede encerrar a la vez en sus entrañas el bien y el mal (¿qué son realmente éstas cualidades humanas, son acaso absolutas?), la avaricia y la generosidad, la solidaridad y la apatía. El enfrentamiento entre unas y otras es más vivo cuando las situaciones llegan al extremo y son los líderes de los hombres, o quienes aspiran a sucederlos, quienes deben elegir el camino a seguir más apropiado: el del corazón, el de la razón... Entonces, cuando el límite obliga a la selección, cada líder dejará su impronta en la Historia a través de sus acciones y de las consecuencias que de éstas se deriven, y ya sólo quedará regresar al recuerdo escrito para saber si aquel fue un hombre movido por cuestiones de honor, un ser vil dedicado al enaltecimiento de sí mismo, o una mezcla con proporciones dispares de las dos anteriores.
Por todos es conocido que Julio César fue asesinado por quienes más cerca estuvieron de él. Por encima de todos los demás, su sobrino Bruto. Asistimos pues a la representación de unos hechos que no por conocerse su final pierden atracción sobre el espectador, puesto que al final lo que se muestra no es si no la traición motivada por la usurpación del poder, por las enemistades y rencillas personales... Y, al mismo tiempo, el debate entre el obrar bien mirando hacia dentro de uno mismo o hacia los demás, el dilema de elegir entre el bien o el mal cuando ni siquiera dos personas que charlan en torno a una mesa no se ponen de acuerdo para definir ambos conceptos. Son cuestiones que se reflejan en el comportamiento de unos personajes que marcaron la Historia de la civilización europea y condicionaron todo lo que, tras sus actos, derivó desde entonces. Quizá el mundo que vivimos fuese distinto si aquellos malos augurios anunciados por un anciano no se hubiesen materializado en los idus de marzo. Sea como fuere, Brutos y Julio Césares existieron, existen y existirán siempre porque la atracción que el hombre siente hacia el poder es demasiado fuerte para quedar al margen de su condición humana.
  


El Julio César de Shakespeare es una de esas obras rotundas que impactan al público hacer uso de unos diálogos directos y certeros, sin ambages ni medias tintas que sirvan como adorno poético de la acción que se produce sobre el escenario. Es probable que se trate de la obra con más carga de testosterona del dramaturgo inglés, pues el peso recae sobre las figuras de Bruto, Casio, Marco Antonio y, por supuesto, Julio César. Las interpretaciones de los conspiradores encabezados por Casio están repletas de agresividad, de odio incluso ante quien ven como un dictador que amenaza con acabar con la República. Bruto se debate entre unirse a los conspiradores porque cree que haciendo desaparecer a César ganará Roma, y mantenerse al margen de la conspiración para no manchar sus manos con la sangre de alguien al que hasta hace bien poco valoraba al extremo. Marco Antonio, por su parte, cobrará protagonismo en el tercer acto de la representación, cuando, muerto Julio César, descubre las malas intenciones de quienes asesinaron a su amado líder e incendiará los corazones de las masas romanas con uno de los discursos de exhaltación más recordados de Shakespeare.


El montaje llevado a cabo por Pentación Espectáculos de la mano de Paco Azorín ha incidido más si cabe en el simbolismo de la virilidad de la composición de Shakespeare, y buena muestra de ello es el papel central que ocupa, como un silencioso pero omnipresente personaje principal, un enorme obelisco de varios metros de altura que representa el poder de Roma, el vigor masculino, la fuerza, la potencia,...Como un enorme falo todopoderoso, domina la escena en todo momento y ejerce de imán de los que ansían el poder, pues a él se acercan hasta tocarlo, como si ya tocasen, de manera inconsciente, sus propios anhelos. Cuando César muere, el obelisco cae, Roma toca suelo. Sobre los restos se alzarán en cruenta batalla los dos bandos resultantes: traidores y defensores del traicionado, regarán con su sangre el suelo romano pero el obelisco, la Roma conocida, quedará definitivamente quebrado, y ya nada volverá a ser igual.

 
Sergio Peris-Mencheta, con dificultades técnicas de sonido, interpretó con enérgica entrega a Marco Antonio, elaborando un discurso vivo, violento, creíble. Tristán Ulloa y Jose Luis Alcobendas, con el poso de la madurez de su lado, dan vida a Bruto y Casio, asesinos ambos, uno en busca del honor perdido y de la limpieza de Roma, y por disputas personales, envidia, odio... hacia César el otro. Ambos juegan con maestría y dotan de matices unas  personalidades difíciles de dominar. Y si de maestría se trata, destaca por encima de los demás Mario Gas, que regresaba a las tablas después de arrasar en los pasados premios Max siendo director del Teatro Español. El veterano actor logra, en apenas tres apariciones, un Julio César amplio, profundo, un hombre de estado, un señor de la guerra, respetable, respetado. El resto del reparto se beneficia de su presencia y demuestran una cuidada y estudiada interpretación, como las de Agus Ruiz o Pau Cólera.






El público que agotó las entradas y el aforo de La Cava de Olite disfrutó de la obra y recompensó merecidamente el trabajo de una compañía que lleva años compartiendo con el público español un teatro comprometido. Ojalá el año que viene puedan recabar algunas de las obras que en la actualidad están en cartel, como la afamada Hécuba, de José Carlos Plaza, con Concha Velasco de protagonista. Seguro  que los organizadores han tomado nota. Todo se andará.







JULIO CÉSAR

Autor
WILLIAM SHAKESPEARE

Dirección
PACO AZORÍN

Reparto
MARIO GAS (Julio César)
SERGIO PERIS-MENCHETA (Marco Antonio)
TRISTAN ULLOA (Bruto)
JOSÉ LUIS ALCOBENDAS (Bruto)
AGUS RUIZ (Casca)
PAU CÓLERA (Decio)
CARLOS MARTOS (Metelo)
PEDRO CHAMIZO (Octavio)

Compañía
PENTACION TEATRO


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TEXTO E IMÁGENES: Santiago Navascués

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martes, 6 de agosto de 2013

LA ÚLTIMA UTOPÍA DE TOMAS MORO- XIV Festival de Teatro Clásico de Olite



Existen obras de toda índole artística que, por diversos motivos, su autoría queda suscrita a una suerte de nebulosa de nombres a través de los tiempos. Ha ocurrido con textos universales como El lazarillo de Tormes, hasta hace bien poco considerado anónimo, o con el célebre cuadro de El Coloso, que dejó de pertenecer a la sublime estirpe de los Goya en la segunda mitad del 2.008, cuando el Museo del Prado anunció que pertenecía "casi con total seguridad" a Asensio Juliá, amigo del genio de Fuendetodos (que finalmente, tras un tenso debate entre distintos expertos, quedó sin resolver con meridiana claridad). Pues bien, he aquí un libreto atribuido a varios dramaturgos isabelinos desde la fecha de su estreno, pero del que siempre se había sospechado que había un autor adicional que, por su ingenio, destacaba por encima de los demás: William Shakespeare.
 Ocurre en estos casos, como en el mencionado de El Coloso, que hasta que una voz oficial (con autoría casi regia) no legitima al vástago, la sociedad no lo da por bueno. El año 2.004 fue el elegido por la Royal Shakespeare Company para pronunciarse al respecto y aceptar la autoría del genio de Stratford-upon-Avon y acogerla entre sus brazos (al representarla sobre el tablado del nuevo Teatro Globe londinense). De este segundo parto nos beneficiaremos todos, pues gracias a ello, esta obra anteriormente representada en institutos y universidades, será representada en todo el mundo para disfrute de todo el mundo que no sólo quiera acercarse a una nueva obra de Shakespeare, sino a conocer más de cerca la vida de un hombre, por encima de todo lo demás, libre, convencido y entregado a las virtudes de su libertad.

Tras su exitoso estreno en España en el anterior mes de junio en el Festival de Teatro Clásico de Almagro 2013, recaló sobre el escenario de La Cava de Olite el pasado sábado. En una noche clara y agradable, la práctica totalidad de las butacas se llenaron para asistir al montaje dirigido por la inglesa Tamzin Townsend de la versión española, a cuyo frente está Ignacio García May.
La adaptación de la obra tiene la virtud de una buena estructuración escénica, dividiéndose claramente en tres apartados fundamentales de la vida de Tomás Moro: sus inicios, en los que siendo juez tuvo que capear con las revueltas populares; su ascenso a Lord Canciller, gracias a contar con el apoyo real de Enrique VIII; y finalmente su desposesión de los privilegios alcanzados y posterior ejecución (también por decisión regia), al oponerse a los deseos del monarca.

Otra de las virtudes, además de la solvencia del elenco de actores que participan en la escena y cuya actuación denota un respeto latente en cada frase y en cada gesto hacia el texto, se encuentra en la manera en la que se plantea la interactuación con el público, durante toda la obra a través del historiador inglés, y sobre todo en la revolución y posterior calma del pueblo, cuando Tomás Moro ofrece un discurso íntegro y cargado de razones para acabar con la sinrazón que arde en los corazones de un pueblo-público azuzado por la miseria y el maltrato al que se ven sometidos.
La vida deTomás Moro fue una muestra más de cómo un hombre, mediante el uso de su inteligencia y su integridad, puede alcanzar y superar tantos retos como quiera proponerse. Pero es también la historia del triunfo de la razón frente a la fuerza, la barbarie o los caprichos que empujan al hombre a la incertidumbre y a la oscuridad. Tomás Moro logró ser Lord Canciller por ser un hombre que respetaba con férrea voluntad sus propios principios. Por ello fue admirado no sólo en Inglaterra, si no también en media Europa. Por la misma causa, fue encerrado en la Torre de Londres y finalmente ejecutado.
Su triunfo radicó en ser fiel a su corazón y a sus ideas. Las que se lo dieron todo, todo se lo arrebataron. Salvo su libertad. Ni si quiera cuando su cabeza, separada ya de su cuerpo en la mañana del 6 de julio de 1.535, cayó sobre el cesto, dejó de ser un hombre íntegro.


Si tienen la oportunidad de acudir a ver esta gran obra, no lo duden. Si todavía siguen creyendo que aún se puede confiar en el hombre, vayan a verla. Y si no, háganlo también: probablemente la llama que un día se apagó vuelva a brillar, y a buen seguro que no descansarán hasta hacerse con un ejemplar de Utopía.
Otro mundo es posible, sólo hay que quererlo y pretenderlo.




TOMAS MORO: LA ÚLTIMA UTOPÍA


Autores
WILLIAM SHAKESPEARE, ANTHONY MUNDAY, HERNY CHETTLE, THOMAS DEKKER Y TOMAS HEYWOOD

Dirección
TAMZIN TOWNSEND

Reparto
JOSÉ LUIS PATIÑO (Tomás Moro)
RICHARD COLLINS-MOORE (Historiador inglés)
LOLA VELACORACHO (Lady Moro)
SILVIA DE PÉ (Doll y Alcaldesa)
SARA MORALEDA (Margaret)
MANU HERNÁNDEZ (Erasmo y Fiscal)
CÉSAR SÁNCHEZ  (Rochester y Lord Alcalde)
PACO DÉNIZ (Sherwsbury)
CHEMA RODRÍGUEZ-CALDERÓN (Surrey y Bufón)
JORDI AGUILAR (Lincoln y Gato)
RICARDO CRISTÓBAL (De Balde)

Producción
FUNDACIÓN UNIR, UNIVERSIDAD INTERNACIONAL DE LA RIOJA, FUNDACION FESTIVAL INTERNACIONAL DE TEATRO CLÁSICO DE ALMAGRO Y ES.ARTE

Más información:
teatro.unir.net


TEXTO E IMÁGENES: Santiago Navascués

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